miércoles, 3 de junio de 2009

A propósito de un tratado con Chile hecho a espaldas del país

Alan Fairlie, economista de la universidad Católica, es quien ha sustentado muy bien su posición contraria con respecto al tratado de libre comercio entre Perú y Chile. Él ha determinado, con pruebas fehacientes, que se trata de una “traición a la patria” hecha por los grandes grupos empresariales peruanos y no chilenos, porque ha sido a instancia de los primeros que se ha apresurado su firma (para no pasar por el Congreso) y se han hecho las adendas correspondientes, todas desfavorables a los intereses del Estado peruano y favorables a los ellos. Mientras tanto la CONFIEP, el gremio empresarial del Perú, argumenta que "así se va a dar más trabajo a más peruanos". Es como si estuviésemos leyendo el ABC del Capitalismo puro, como si Adam Smith y David Ricardo expusieran en este momento por primera vez sus ideas.

Pero estos señores no se han enterado que todos los regímenes de la humanidad “han dado trabajo a todos los… (pongan allí: griegos, turcos, angoleños, haitianos, etc.)”. Las pirámides de Egipto fueron un gran desarrollo para su civilización porque desarrollaron su economía y “dieron mucho trabajo a todos los egipcios”. Lo mismo la muralla china (dieron “mucho trabajo a los chinos”, sobre todo para enterrarlos) y las empresas inglesas del siglo XIX (que daban “mucho trabajo” a muchos niños que entraban a las minas de carbón pero nunca salían. ¿Sería porque dentro estaban tan felices que prefirieron no abandonarlas más?). Y finalmente no hablemos de las masacres de las minas de Potosí, ni de las plantaciones de algodón de Estados Unidos, ni de los nazis que “dieron mucho trabajo a los judíos” y hasta ahora seguirían dándoselo si no fuera por culpa de los ejércitos rusos y norteamericanos.

Dar trabajo no es sinónimo de sociedad más justa, de equilibrio social, de humanidad, de vida digna, de vida sana, de mejoría, de salud, de dicha, de placer y todo lo que se les ocurra. Los ricos están presentando como un beneficio lo que para muchos llega a ser una explotación y una maldición. Están utilizando la misma lógica del banquero Ebenezer Scrooge (del Cuento de Navidad de Charles Dickens) para quien el solo hecho de dar empleo era motivo suficiente para hacer con la persona un estropajo. Pongo por prueba de todo lo que digo a las empresas agroexportadoras de Ica, Perú, donde “trabajan” miles de mujeres en condiciones similares a las de la esclavitud norteamericana (hay libros sobre ello que relatan cómo, incluso, se les obligó a usar pañales para que no se salieran de la línea de producción).

Se trata, entonces, de la gran lógica perversa del Capitalismo que hoy más que nunca el mundo está rechazando y que en el Perú se presenta como “un regalo divino” (hay que tener en cuenta que aquí todavía funciona la “promesa de la modernidad”; aún se la avizora y sueña como algo por venir, y así es como aparece en los discursos electorales, dando la impresión de que estuviéramos a comienzos del siglo XX). Sin embargo en el mundo real hasta los mismos discursos de Obama denuncian la desigualdad y el abuso cometido por una clase de banqueros y financistas que solo ven el lucro personal como único objetivo. La actitud desbocada de los ricos (con el argumento de que “estoy dando trabajo ¿qué más quieren?”) ha servido de treta, de jugada astuta, de truco legal y semántico, para justificar la ambición y las tropelías que han terminado hoy por producir la llamada crisis.

No importa en verdad qué diga o no el tratado con Chile en sí. Lo cierto es que el hecho que los empresarios peruanos estén, no contentos, sino muy contentos, revela que han realizado un estupendo negocio manteniendo esa lógica nefasta de “me enriquezco mientras doy trabajo”. Esta concepción del Neoliberalismo está siendo hoy cuestionada en todo el planeta, pero aquí, en el Perú, todavía no nos hemos enterado. Como siempre, las ideas llegan tarde y los últimos en saberlo son nuestros distinguidos “empresarios”, muy bien representados por el señor Genaro Delgado Parker, supuestamente ex dueño de un canal de televisión, quien dijo un día claramente a sus empleados que “si han podido vivir ocho meses sin que yo les pague, ¿entonces para qué quieren que les pague?” Lógicamente habrá quienes salgan a defenderlos diciendo: “Así no piensan todos los empresarios”. Pero si fuera cierto ¿por qué la CONFIEP y las otras organizaciones empresariales como ADEX y la SNI no emitieron un comunicado diciendo que no se solidarizaban con lo manifestado públicamente por uno de sus miembros? El que calla otorga. Lo cierto es que, en el Perú, la mayoría de los empresarios piensan así.

Nos preocupa, repetimos, la “alegría” de este grupo de poderosos porque sabemos cómo piensan y en qué siglo de la historia están, lo que nos revela que, intelectualmente en el Perú el atraso es más grave de lo pensado. Y esto a su vez delata algo interesante: por más que los medios de comunicación sean hoy instantáneos y se tenga a la mano el pensamiento contemporáneo universal de nada sirve si uno vive en una sociedad que impone su “pensamiento oficial” y su propia visión del mundo. Actualmente el presidente peruano no hace más que falsear, intencionadamente, la realidad internacional presentando al Perú como “el único que va sortear la crisis mundial con éxito y con ganancias”, cosa que se repite por todos los medios oficiales y por sus allegados privados (que son el 98%). La única intención es tratar de evitar que este fenómeno económico genere su caída.

Y así vivimos en el Perú, como en el mundo de Oz, donde un enano funge de gigante. Solo nos falta que una Dorothy descubra la verdad. Mientras tanto, continuamos oficialmente “inmunizados” de todo mal externo y soñando con "el día en que llegue la modernidad a nuestro país de la mano de los santos empresarios, los benefactores de la sociedad porque le dan trabajo a todos los peruanos”.

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