martes, 2 de junio de 2009

Campeonismo versus fraternidad

El discurso preparado por Juan Borea, un amigo de toda la vida, me suscita una reflexión. La actividad física es necesaria para todos lo organismos sin excepción pues eso ayuda a mantenerlos sanos y aptos para sobrevivir. En el caso humano, el esfuerzo físico lo tenemos más bien orientado hacia cosas que no necesariamente son las más adecuadas para nuestros cuerpos, entre ellas, la mayoría de los “trabajos”. Muchos de ellos hoy en día son la causa de nuestro stress, nuestras angustias y nuestros fracasos familiares, amén de otros que son prácticamente esclavizantes y denigrantes. En ellos esta “actividad física” no beneficia sino más bien perjudica al cuerpo y deprime el espíritu.

Por otro lado también se da el caso contrario en el exagerado amor al cuerpo, dándole una primacía que no tiene dentro de lo que es la esencia humana. A la desaforada búsqueda del placer y del confort se une la moda actual del “estar sano” por sobre todas las cosas, olvidando que el cuerpo es un medio y no un fin. No por mucho que él esté sano la mente también lo va a estar; prueba de ello la tenemos en los actuales ejércitos del mundo desarrollado, plagado con los hombres y mujeres más físicamente aptos del planeta pero más perturbados espiritualmente hablando. Las atrocidades de los “súpersoldados” norteamericanos en Irak, y sus numerosos suicidas entre los que regresan, nos lo demuestran.

Igualmente la gran industria del deporte es hoy lo mismo que fue en la gran Roma imperial: un gigantesco pan y circo para toda la población del mundo gracias a la moderna tecnología pero cuyos resultados son los mismos: embrutecer y adormecer a las poblaciones sometidas. Se crean ídolos que desarrollan facultades más allá de las normales gracias a entrenamientos martirizantes y a sobredosis de estimulantes elaborados secretamente por la industria farmacéutica. Al igual que los gladiadores, estos individuos agotan sus organismos en su juventud empujados por el afán de fama y dinero, entregándose al mercado como puros objetos de consumo.

Esto lo que produce en los jóvenes de hoy es una visión sesgada y equivocada de la salud, a la cual se la presenta como un producto adquirible en el mercado y como un requisito para ser aceptado por la sociedad, olvidando que casi la mitad de la población humana padece de algún tipo de dificultad básica o defecto en sus organismos. Se crea así un nuevo segregacionismo a la altura del racismo, del sexismo, del dinero y del origen: la discriminación por la salud. Incluso el milenario hábito de fumar tabaco, importado de América, ha sido convertido en el culpable de muchos delitos, al igual que la coca, como si estas pobres plantas tuviesen la culpa del uso exagerado e inadecuado que la gente hace de ellas. Todo esto en nombre de una salud perfecta, inmaculada, superior e inalcanzable que vuelve campeones a quienes la tienen.

Es así cómo algo que es bueno se convierte en un artículo de lujo solo para los más pudientes, quienes se pasean orgullosos luciendo sus hermosos y sanos cuerpos, libres de todos los males, delante de los pobres, cuyos cuerpos empequeñecidos y deformes están condenados a solo consumirse en la misma función mecánica que realizan diariamente para sobrevivir. Esto es entonces una deformación perversa que ha hecho el hombre de un bien, y ese no puede ser el camino de la sensatez.

Es urgente restablecer los valores y el equilibrio para encontrar ese punto medio que debe primar en todas la cosas. Ni el desprecio total al cuerpo que impida la autonomía y sea para los demás una carga por la responsabilidad de mantenerlo (como pasa con los drogadictos, los alcohólicos y todos los que abusan de la comida, los placeres y el trabajo) ni la exaltación paranoica de querer convertir al cuerpo en el centro de todos los cuidados, como si éste no estuviera inexorablemente condenado a degenerarse y morir. Ambas posturas deben combatirse, y la mejor manera de hacerlo es desde la niñez, enseñando a los que recién empiezan a saber comparar y aquilatar las dos posiciones y evaluar cuál es el camino que permite al ser humano vivir en mayor armonía con sus congéneres. Sobre con esa óptica, pensando que la salud solo es útil cuando produce un verdadero beneficio al prójimo, es cómo recién tendrá sentido aquella vieja máxima de “mente sana en cuerpo sano”, donde la sabiduría puso primero a la mente antes del cuerpo.

Permítanme ahora hacerles partícipe de este discurso del cual me siento particularmente orgulloso.

Inauguración de los Juegos Nacionales Deportivos Escolares

Por Juan Borea Odría, representando al Dr. Idel Vexler, Viceministro de Educación del Perú

Estimados y estimadas estudiantes y docentes; amigos y amigas que nos acompañan; autoridades y funcionarios que presiden esta ceremonia:

Estoy presente en una doble función: como integrante del Consejo Nacional de Educación y circunstancialmente representando al Viceministro de Educación, doctor Idel Vexler, quien por problemas de salud él no está presente. El Viceministro me encargó transmitirles su saludo y compartir un mensaje al iniciarse los Juegos Nacionales.

¿Cuál es el verdadero sentido de organizar estas competencias? ¿Es acaso buscar deportistas que puedan llegar más adelante a altos rendimientos, lo que a veces llamamos talentos deportivos?

Aunque muchos piensen que es esta la razón, definitivamente debemos decir que no. Claro que es bueno que en el futuro algunos de ustedes se integren a las diversas Federaciones para desarrollarse en los deportes de su preferencia.

Pero estos juegos buscan algo más importante: que millones de escolares peruanos se motiven para practicar deportes en el interior de sus instituciones educativas, y al hacerlo se desarrollen como mejores personas.

Que muchos estudiantes tengan la oportunidad de ir más allá de sus colegios para competir con compañeros de otras instituciones en un ambiente de fraternidad.

Si logramos esto, habremos tenido éxito. Pero si no lo logramos, si convertimos estos Juegos en una mera ocasión para esa deformación que se llama campeonismo, en que se busca ganar a costa de la honestidad, o de la falta de fraternidad, habremos fracasado.

Los responsables de que estos Juegos sean un éxito educativo son fundamentalmente dos grupos: los estudiantes por un lado, y los técnicos y profesores por otro.

Ustedes, estimados estudiantes, deben competir con energía y entusiasmo; pero también con lealtad. Respeten y aprecien a los compañeros contra los que compiten. Porque sin ellos no sería posible la competencia, nadie juega solo; esos compañeros son ocasionalmente sus contrincantes, pero nunca deben ser considerados enemigos.

Una invocación especial a los adultos responsables de conducir a los muchachos: enséñenles las técnicas, desarrollen su estado físico, pero sobre todo enséñenles a ser auténticos ciudadanos: a practicar el deporte con un espíritu limpio, respetando los valores. Nunca pongan por delante el triunfo, si con ello están atropellando lo fundamental de su tarea que es la de educar a través del deporte.

En nombre del Vice Ministro de Educación, declaro inaugurados los Juegos Nacionales Deportivos Escolares 2009.

Gracias

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