viernes, 6 de julio de 2012

A propósito del "bosón Higgs": ¿qué nos espera con esta algarabía científica?


Al margen de la poca claridad de los datos del CERN (quien oficialmente dice sobre la partícula descubierta que ella está "... vinculada al bosón de Higgs..." y no que lo sea), fuera de lo sospechoso de toda esta secuencia casi de libreto —donde se gastan miles de millones para encontrar lo que se dijo que se iba a buscar (o sea, desde un principio se veía que "algo exitoso se iba a lograr" puesto que nadie invierte tanto dinero por nada)— lo que realmente nos resulta preocupante "al resto de la humanidad" es toda la parafernalia mediática de exaltación hacia la física de la cual la ciencia se cuelga porque dicha rama es la única que tiene la fuerza para "demostrar sus aciertos" mientras que las otras navegan aún en la incertidumbre.

¿Qué van a hacer las grandes potencias occidentales con todas estas fuerzas internas de la naturaleza que supuestamente patentarán y controlarán? Aquí el asunto sale del campo del laboratorio para pasar al filosófico y, por supuesto, al político. La demostración más palpable de que el problema de Frankestein no era un simple terror pueblerino producto de la ignorancia ha sido el proyecto Alamogordo, en Estados Unidos. Este consistió en una investigación y desarrollo científico que involucró a más de cinco mil personas manteniéndose esto en total secreto (cosa que, de paso, demostró que las llamadas "Teorías de la conspiración" no son tan desquiciadas como algunos piensan). En él participaron un centenar de científicos de los más prestigiados del planeta con el único fin de producir el arma más fantástica jamás conocida: la bomba atómica.

El poder mundial arrastró a las mentes más brillantes a ponerse al servicio de una potencia (al margen de quiénes eran "los buenos" y "los malos" pues eso depende de quién gane la guerra) entregando estos todos sus conocimientos en pro de la destrucción descontrolada e indiscriminada (pues esta bomba no solo mata humanos sino también a la vida). Por más que uno de sus responsables, el casi santo Albert Einstein, haya escrito cartas conmovedoras lamentando sus propios aportes a dicha “obra” eso no elimina su responsabilidad en el asunto (aunque la prensa sionista intente construirle una imagen casi inhumana, de semidios). Lo mismo para los otros señores Fermi y Oppenheimer, quienes no pudieron argumentar que "no sabían para qué la querían ni lo que estaban haciendo". Esto recuerda la anécdota de aquel rey a quien le enseñaron un invento, la ametralladora, la cual rechazó entre insultos por considerarla inmoral, lo que le acarreó a la larga la pérdida de su señorío. 

¿Qué piensa hacer entonces Occidente con sus "descubrimientos" sobre el comportamiento de las partículas: eliminar el hambre del mundo, suprimir las desigualdades, respetar al planeta, a la naturaleza y a la vida, incluyendo a las mismas partículas que hace explotar en su acelerador? Creer que hará esto sería caer en una inocencia supina. Todos conocemos bien el historial completo, no solo del actual imperio, sino de la misma humanidad, y sabemos perfectamente cuál es la primera utilización de todo "descubrimiento" humano: la muerte del prójimo. Y conocemos también que los científicos pueden saber mucho de ciencia pero que son incapaces de resistirse a las tentaciones y amenazas del poder para entregar (o "devolver") el conocimiento recibido a través de las fundaciones y becas.     

De modo que la alegría de saltaperico que demuestran algunos por este caso es similar a la que sintieron los otros en el desierto de Arizona cuando vieron la enorme nube que se formaba en el horizonte. ¿Eran conscientes estos señores de lo que estaban haciendo? Los defensores de la ciencia dicen que no, que ellos estaban siendo "manipulados" (los pobres) por perversas mentes políticas, algo que es francamente muy cuestionable. Es comprensible que ante esto salgan muchos con la espada desenvainada a justificar que "la ciencia no tiene la culpa de lo que el hombre haga con ella", como si dicho constructo etéreo ("ciencia") fuera un ser independiente del ser humano y que surgiera de la diestra de Dios Padre para el bien del Universo. La ciencia es más bien un esfuerzo con una finalidad específica: dominar (que en la modernidad se traduce como "negocio") y no se le conoce otro usufructo. Nadie hace ciencia solo para ver "qué pasa" o decir "qué lindo vuela el avión". Afirmar eso es apelar a los libros de secundaria contemporánea donde la evaluación sensata ha sido expulsada para dejar únicamente el dogma, o sea, la absoluta e incuestionable verdad de la ciencia (cualquier parecido con la religión durante el Medioevo europeo es pura coincidencia).

Ya una vez escribí enfáticamente que en ningún lado (ni en Internet) existía algún tipo de información que explicara realmente cuál era la verdadera finalidad del CERN (claro, ni que fueran tan torpes para ponerlo). Lo único que se lee es una retahíla de eufemismos más apropiados para un grupo de ingenuos que para gente adulta ("el conocimiento de la naturaleza", "el avance de la ciencia", "para el bien de la humanidad" y todo lo que suena a discurso de candidato). Particularmente desconozco porqué han invertido nueve mil millones en esa máquina (¿solo para ver llorar a Higgs?)  pero dudo que haya sido para tan emocionada expresión de un anglosajón. Que lo que allí estén descubriendo (que no es lo mismo que lo que dicen a la prensa) tenga alguna finalidad altruista (como cuando los norteamericanos llegaron a la Luna "solo por amor al conocimiento") me parece risible. ¿Resistirán las autoridades del acelerador la tentación de emplear los descubrimientos para lo que ya sabemos que usan siempre (como es el caso de los drones, tan efectivos hoy en día)? Dado el expertís y la línea de carrera de los que han puesto el dinero lo más probable es que no (salvo que haya habido algún milagro desconocido y que Occidente hoy sea una institución de beneficencia). Que ellos repitan como aquel rey "esto es inmoral" lo veo totalmente improbable.

¿Y qué parte les compete a los científicos que se prestan al juego de "no soy responsable del uso que hagan con lo que descubro, aunque lo que descubro significa tener todo el poder"? No estoy en capacidad de juzgarlo, pero sí me es posible opinar filosóficamente sobre ello e intentar llamar la atención a todos los que se olvidan que la razón también produce monstruos, más terribles y mortíferos que todas las religiones juntas (esto producto de un recuento de las víctimas de la fe versus las de las máquinas creadas por los científicos, donde éstas últimas ganan por goleada —y basta solo con citar las más recientes: las de Viet Nam y su naplam y las de Irak y sus cabezas con uranio enriquecido, unos cinco millones de seres humanos aproximadamente, cifra inalcanzable para los fanáticos de los libros sagrados de todos los tiempos).

De modo que vayamos tranquilos. No sabemos aún en qué va a terminar esta novela llamada "bosón de Dios" pero no hay que ser muy inteligentes para especular sobre su futura finalidad (aunque lo que seguramente dirán sus seguidores es "la salud, la tecnología en las comunicaciones y los otros grandes beneficios"). Claro, nunca van a mencionar que todas esas maravillas se han probado en los campos militares (por ejemplo, las medicinas para curar a los ejércitos invasores, la Internet para proteger a Estados Unidos de una posible falla del cerebro central de defensa).

Y una reflexión final: conseguir un poder, un conocimiento, puede ser un éxito de la curiosidad humana, pero desligar esto de su aplicación es distorsionar el juicio y culpar a la piedra del golpe; el causante siempre es la mano que la arrojó. La intramateria no puede ser la autora de los efectos devastadores que tiene entre los hombres. Es el doctor Frankestein quien está obligado a evaluar previamente qué va a pasar cuando su invento llegue a las manos de los poderosos y cuando los afectados (los más pobres, débiles, niños y enfermos) sufran las terribles consecuencias de ello.


Muchas gracias.

sábado, 23 de junio de 2012

Medicina Tradicional, filosofía andina y el enfoque sistémico


NOTA: Esta es una breve reseña sobre la labor que desempeña el Subcomité de Medicina Tradicional del Colegio Médico del Perú y debe ser considerada solo como la opinión de uno de sus integrantes, no así una versión autorizada por el mismo.

Resumen
La Medicina Tradicional es un saber milenario que aún no ha podido ser abordado científicamente por lo que se desconocen los principios activos que la hacen tan aceptada por la mayor parte de la población mundial. La causa parece estar, por un lado, en el método, y, por el otro, en la propia noción de conocimiento que actualmente se maneja pues, para que éste se dé en Occidente, se necesitan ciertos requisitos que todavía no se han podido alcanzar con respecto a la Medicina Tradicional. Como consecuencia de ello dicha medicina está relegada a la zona marginal de las cosas que no pueden ingresar plenamente en el espacio mental considerado por Occidente como “lo conocido” y hasta el momento permanece allí, junto a una serie de fenómenos que la ciencia moderna, o no le interesa, o no está en capacidad de identificar y a los que se les denomina con diversos nombres como mitos, errores de percepción, estafas, ignorancia, misterios o parasicología. Esto puede ser superado si se toma como referencia lo actualmente desarrollado en filosofía andina o quizá si se siguieran las sugerencias que aporta el enfoque sistémico o las ciencias de la complejidad.

1.  Acerca del Subcomité de Medicina Tradicional del Colegio Médico del Perú
El Subcomité de Medicina Tradicional del Colegio Médico del Perú (SCMT) ha sido creado en vista de la necesidad de adaptar las instituciones y los saberes actuales a los tiempos contemporáneos en los que día a día se rompen numerosos paradigmas, especialmente por causa del propio avance de la ciencia que, al investigar ciertos fenómenos, concluye en que se hace necesario asumir una actitud crítica y abierta ante las implicancias que éstos traen en materia de conocimiento. El Subcomité está conformado por una agrupación multidisciplinaria de destacados profesionales vinculados con dicha actividad quienes, por su experiencia, están en capacidad de dar valiosos aportes a las investigaciones realizadas. A continuación se va a intentar dar una mirada resumida de la labor que dicho Subcomité efectúa.
Para empezar, la primera instancia necesaria es definir la materia de estudio a la cual se la denomina como Medicina Tradicional. Se entiende por Medicina Tradicional a un conjunto de saberes milenarios orientados a la recuperación de la salud del ser humano estructurados de manera diferente a como lo ha venido haciendo la medicina científica o biomédica. Ésta última tiene un historial particular relacionado directamente con el método científico el cual llega hasta el día de hoy, mientras que la Medicina Tradicional se ha mantenido fiel a sus principios remotos sin sufrir mayores transformaciones en el transcurso del tiempo.

Razones que sostienen la actividad del Subcomité
El SCMT tiene justificada su existencia en la medida que la Medicina Tradicional es actualmente motivo de estudio debido a que:
  1. Se trata de un fenómeno vigente en todas las poblaciones del mundo y es empleada por todos los estratos sociales, en especial por los más pobres.
  2. Revela ser un mecanismo con cierto grado de efectividad, lo que le da vigencia y credibilidad.
  3. Su práctica no está normada y ello se presta a engaños y excesos que pueden poner en riesgo la salud de las sociedades, asunto que le compete a instituciones tutelares como el Colegio Médico del Perú.

Objetivos del Subcomité
Entre los varios objetivos específicos del Subcomité se pueden destacar los siguientes:
  1. Investigar el ejercicio de la Medicina Tradicional para poder obtener algún tipo de conocimiento sobre ella y así elaborar una opinión autorizada sobre su eficacia o peligros.
  2. Ayudar a orientar los procesos de investigación y descubrimiento de sus probables propiedades y beneficios que puedan ser aplicables a la biomedicina y, a través de ella, a toda la humanidad.

Logros y avances del SCMT
En sus casi dos años de ejercicio el SCMT ha logrado realizar un acercamiento al conocimiento de la Medicina Tradicional obteniendo ciertos resultados positivos.
  1. Ha identificado y convocado a la mayor cantidad de expertos sobre la materia, tanto a nivel nacional como internacional, lo cual conforma un importante banco de datos sobre dichos especialistas.
  2. Ha mantenido una actividad interna constante y abierta al público tanto mediante sus sesiones ordinarias como a través de las extraordinarias y los congresos, charlas y conversatorios organizados en coordinación con el Colegio Médico del Perú.
  3. Esta acción se ha traducido en el acopio de una apreciable información la cual viene siendo rigurosamente procesada y filtrada para evitar la subjetividad y el falseamiento.

Retos del SCMT
El tiempo de ejercicio del SCMT es aún muy corto como para pensar que se está cerca de alcanzar la meta deseada. Hay por delante muchas tareas las cuales se vienen desarrollando con verdadero espíritu científico y pasión particular, algo esencial para su buen desempeño pues se debe considerar que se trata de un trabajo efectuado ad honorem por sus integrantes. Entre los muchos retos a futuro se puede destacar el que quizá sea el más importante:
  1. Incentivar y estimular la creación y desarrollo de métodos más eficaces para conseguir el conocimiento de los principios activos que permitan la comprensión de la Medicina Tradicional por parte de los sectores científicos occidentalizados.
Se debe considerar que la principal limitación que se tiene es que mucha de la fenomenología que aportan los practicantes de esta actividad no es compatible con la noción de conocimiento que se ha desarrollado mediante el método científico. Ante esta incomunicación lo más común que se ha venido haciendo es asumir una actitud de desprecio y desdén hacia lo tradicional, lo cual ha traído como consecuencia una serie de obstáculos que, a la larga, no han llevado al entendimiento mutuo.
En vista que no se puede persistir en esta incomprensión por la falta de un lenguaje común es que ahora los esfuerzos apuntan hacia ello. Más se gana con el intercambio que dándole le espalda a hechos que son reales aunque no se los pueda clasificar ni comprender por el momento.

Metodología que el SCMT
La metodología que el SCMT sigue hasta el momento está basada en:
  1. Los estudios antropológicos.
  2. Los aportes de diversos investigadores de otras tantas disciplinas presentados en congresos y conversatorios.
  3. La investigación de campo, particularmente el diálogo directo que se realiza con los principales actores de la Medicina Tradicional (los curanderos).
Es necesario hacer notar que este esfuerzo resulta incompleto debido a por la falta de presupuestos que permitirían dirigir mejor las investigaciones y por lo ya mencionado antes con respecto a la metodología en la medida que lo obtenido hasta ahora, con todos los méritos que ella tiene, no logra responder con satisfacción aquello que al investigador y científico occidental le interesa saber: qué hace que realmente funcione la Medicina Tradicional.  
Hipótesis hay muchas y dadas desde diferentes perspectivas y materias, pero se requeriría de un estudio más integrado y con una mirada más holística que implique aspectos que con una sola ciencia no se pueden abarcar. De ahí la necesidad de plantear una revisión de las herramientas teóricas más que el seguir acumulando casos que, sin una adecuada y original interpretación, solo llevan a más de lo mismo.

2.  Acerca de la filosofía andina como un punto de partida para la obtención del método adecuado
Muchas veces se dice que, cuando una intriga se hace insoluble, es recomendable revisar el método. Sucede que se puede intentar durante mucho tiempo horadar una piedra con un palo y llegar a la conclusión que ésta es imposible de perforar. Pero basta con replantear el método para descubrir que ello sí es posible y con facilidad. Muchos de los llamados enigmas de las construcciones egipcias, mayas e incas tienen esa misma problemática: fueron hechas con métodos que al occidental contemporáneo le es difícil concebir y por eso le parecen misteriosas o hasta fuera de este mundo.
Ante ello la concepción de una filosofía que no se centre solo en Occidente resulta de mucha utilidad, tanta como cuando un matemático descubre un sistema para realizar operaciones que hasta antes de ello parecían imposibles. Aferrarse al método que uno conoce y negarse a entender las cosas de un modo más conveniente no es ni inteligente ni científico, pero es algo que suele ser muy común. Occidente se resiste a abandonar sus dogmas y principios heredados de su inicial filosofía y salirse de dichos parámetros para captar la realidad de otra manera le resulta casi un parto. Varias veces en su historia ha atravesado por tal trance y le ha costado adaptarse. Y cuando cree haber llegado a la cúspide del saber pensando que de ahí en adelante será todo cuesta abajo o una simple acumulación de datos viene el trauma del cuestionamiento y la crisis de verdades.
Hasta hace poco Occidente vivía feliz con la idea de estar en un Universo hecho como un reloj, donde todas las piezas eran del mismo material y funcionaban igual unas con otras. “Dios no juega a los dados” decía Einstein y concluyó que nada había más rápido que la velocidad de la luz. El Mundo le parecía al hombre moderno occidentalizado algo con sentido, con lógica. Todo estaba en su lugar y ya podía entenderse lo inexplicable. El ser humano nuevamente era dueño del conocimiento y era Dios.
Sin embargo esta seguridad y alegría ha durado poco pues día a día se descubren fenómenos y propiedades que derriban esta moderna Torre de Babel y, lejos de alcanzar a Dios o ser como Él, el hombre moderno ve que todo vuelve a fojas cero, que no hay ni reloj ni relojero, y que las sagradas e intocables leyes fijas y eternas de la física simplemente no existen. Y es en esta crisis, una crisis de referencia, de verdad, de seguridad en los valores firmes y tradicionales, en donde residen todas las demás de orden social y cultural. Se ha derribado a un dios, el hombre del Humanismo, pero no se ha entronizado nada en su reemplazo. De ahí al todo vale, a la ausencia de referentes y a la confusión de rumbos solo hay un paso.
Pero si la filosofía occidental ha entrado en crisis y no logra dar con las respuestas se hace necesario entonces revisar los principios y creencias que aún se mantienen para ver si existen sustitutos. Y ahí se encuentra la filosofía andina, un tipo de pensamiento similar al occidental en sus objetivos pero diferente en sus métodos. La filosofía andina es filosofía, solo que interpreta al mundo de otra manera y otorga al hombre finalidades distintas a las propuestas por Occidente. Entre ellas está el sentido de la vida, el destino del ser humano en la Tierra. A diferencia de Occidente, cuya filosofía le indica al hombre que él es un ser en estado de evolución cuyo objetivo es la búsqueda del conocimiento, la filosofía andina le dice más bien que él transita por el mundo con el deber de adaptarse y hacer a éste mejor de lo que está y con ello cumple su misión. En pocas palabras, su deber es crear belleza.
De modo que la filosofía andina no se plantea como meta el conocimiento, que es característica de la occidental, sino la comprensión, la cual consiste en un darse cuenta cómo se desarrolla y manifiesta la realidad, la naturaleza, y aprender de ella el buen comportamiento. Quiere decir que para la filosofía andina el hombre no es un ser que busca la causa de las cosas, del cómo se constituye internamente la materia, sino que anhela saber de qué manera se comportan para ser ellas lo que son. Se puede saber qué es un caballo anatómicamente, pero también etológicamente. Ambas interpretaciones son sabidurías y ambas ayudan al ser humano a vivir, pero lo hacen de modos paralelos y distintos.
Hay todo un complejo filosófico por abordar desde la óptica andina y no es motivo de este texto el hacerlo; solo se mencionará que mucho de lo que se conoce como Medicina Tradicional podría ser captado y entendido mejor si es que se emplearan como sustento teórico los postulados de la filosofía andina. Pero ello implica amar más a la verdad que a Platón, lo cual significa que si con un cambio de filosofía se pueden obtener las respuestas deseadas entonces no hay que temerle al cambio.

3.  Acerca del enfoque sistémico para obtener un mayor conocimiento de la esencia de la Medicina Tradicional
Como ya se mencionó líneas antes, el método científico tradicional moderno tiene sus limitaciones, siendo la consecuencia de ello la elaboración de un estrecho modo de conocimiento donde se acomoda solo aquello que ha logrado ingresar al Parnaso de la verdad. El problema con dicho método es que los fenómenos que hay que investigar son infinitamente superiores a la capacidad de investigación existente y peor aún: el propio método científico ha sido puesto en cuestión por su mismo creador, el hombre occidental, de tal modo que lo poco que él creía saber ahora resulta que puede que no sea cierto.
A esta forma de pensar totalitaria, a esta sensación de seguridad en la posesión del saber es a lo que se refiere el enfoque sistémico como lo lineal, en el sentido que solo contempla una vía única para obtener una explicación de las cosas, dejando de lado otras que interactúan con ellas y que las modifican constantemente. Esto significa que lo que cuestiona Morin con las ciencias de la complejidad es al propio método usado por la ciencia clásica que indica que las cosas se conocen mediante su clasificación y ordenamiento, transformando eso luego en una ley. De este modo el biólogo solo estudia y se especializa en aquello que él considera que tiene vida; aquello que se dice que no lo tiene no es materia de su interés. Lo mismo para las otras ciencias.
Con ello lo que se tiene, siguiendo la línea del cuestionamiento complejo, es un cúmulo de pequeñas verdades para cada segmento de la realidad pero que, al no estar conectadas entre sí, dejan grandes espacios indeterminados y oscuros. ¿Qué relación hay entre el arte y la ingeniería? Aparentemente ninguna, según los expertos, pero resulta que en la vida real ambas cosas conviven de la mano y son inseparables (como pasa con la ingeniería para hacer un piano). El pensamiento lineal hace que el que fabrica pianos no tenga mayor interés en el arte musical; solo le basta con poner bien las piezas en su lugar. Menos todavía le interesará saber qué hacen los sapos para atraer a sus hembras.
El pensamiento lineal supuestamente imita a las colmenas o a los hormigueros en la creencia que lo que las define es la división y especialización del trabajo, pero ello se debe a que se sabe poco sobre cómo viven y piensan las abejas y las hormigas. Una mala observación o una mirada tergiversada lleva siempre a hacer conjeturas que no necesariamente se ajustan a la realidad.
El hombre occidental ha afirmado durante miles de años que solo el ser humano hace uso de la razón y que los animales actúan por instinto. Ello le ha permitido toda una serie de crímenes y atropellos a estos creyendo que hacía lo correcto. Hoy se sabe que eso no es así, que el estudio de los animales arroja que tanto ellos como nosotros somos copartícipes auténticos de este mundo y que no tienen sustento real las ideas de “los reyes de la creación” pues es solo un concepto proveniente de una religión. Esto y mucho más es lo que el pensamiento de Morin dice que es la forma lineal de ver al mundo y que provoca todas las estrecheces mentales que conducen al error y a la confusión.
¿Puede entonces el enfoque sistémico dar respuesta al problema de saber porqué funciona y es aceptada la Medicina Tradicional y porqué el occidental no logra captar lo que es? Sí podría en la medida que eso signifique una apertura más allá de los límites de lo que se considera el saber establecido y dado, raíz de todo aquello que pone trabas al cambio de pensamiento y de visión. La Medicina Tradicional, desde este ángulo, viene a ser un sistema complejo y como tal tendría que ser estudiado, no solo como una simple medicina o como un fenómeno antropológico sino como una experiencia integral del ser humano en el mundo. Solo así tal vez se obtendrían las respuestas que se han estado buscando desde siempre. 

jueves, 16 de febrero de 2012

¿Qué es preferible: la amistad o el amor?


El otro día me comentaron que una mujer se lamentaba de que su supuesta buena amiga no le había comunicado el fallecimiento de su madre. La razón, según decía, era que no quería hacer saber su dolor a los demás, que prefería que fuera un asunto meramente personal y familiar. Pero ¿puede la verdadera amistad reservarse cosas tan profundas y fundamentales sin compartirlas? A todas luces no, puesto que eso demostraría que tal amistad nunca estuvo en el fondo de los sentimientos de la otra persona y que no deseaba que allí ingresaran otros, ni siquiera las supuestas amigas. Eso la convierte en una falsa amistad, superficial, no auténtica, solo social o circunstancial. No es posible decir que se tiene un amigo solo para los momentos triviales pero no para los realmente importantes.

Esto da motivo a una reflexión filosófica que ya tiene antigua data: ¿qué es realmente la amistad, qué implica? ¿Hasta dónde se puede ser amigo? ¿Se puede decir que se es amigo de alguien aunque se le oculten cosas trascendentes? Quien más trató sobre ello fue Platón, afirmando algo que los antiguos griegos planteaban: que el más alto sentimiento o relación entre las personas era el de amistad (en el diálogo Lisis o de la amistad dice por boca de Sócrates: “Por lo tanto, mis queridos jóvenes, si alguno desea o ama a otro, jamás podría ni desearle, ni amarle, ni buscarle si no encontrase entre él y el objeto de su amor alguna conveniencia o afinidad de alma, de carácter o de exterioridad.”).
Según este análisis, lo que quiere decirnos el filósofo es que no se puede desarrollar una relación de tipo personal o íntima si antes no existe lo que modernamente llamamos “compatibilidad de caracteres”. Si no hay coincidencias básicas es imposible que nazca algún tipo de afinidad o simpatía entre dos seres, sean humanos o no. Ello nos lleva a pensar que muchas veces la palabra “amigo” la usamos para todo, incluso hasta para dirigirnos a un extraño o a un enemigo. Tan común es esta costumbre que finalmente terminamos por creer que así es la amistad y pensamos que basta una simple relación o contacto con otro para que ésta se produzca. Pero lo real es que ello no pasa de ser solo un formulismo vano que no se sustenta en lo que la amistad verdaderamente es.

¿Cómo nace una amistad?
Para que se dé una auténtica amistad tienen que producirse primero las condiciones naturales, biológicas y sociales sobre las cuales pueda surgir un entendimiento espontáneo. Además de esto tiene que aflorar un sentimiento de simpatía, de agrado, de gusto por el otro; algo que nos dice inconscientemente que estar cerca de tal persona nos produce una sensación de placer, diferente a los casos opuestos donde la cercanía de alguien nos provoca desagrado. Pero eso tampoco es suficiente: tiene que haber además una historia en común, algo que se comparta y que se considere profundo, más allá de los simples sucesos de la vida cotidiana. Mientras más trascendentales hayan sido esos acontecimientos la amistad será más sólida. Y todo ello tiene que estar impregnado de una afirmación de que tal amistad es definitivamente para un bien, no para realizar algún tipo de mal (entre delincuentes no puede haber amistad por cuanto lo que los convoca es la realización de un mal y eso desvirtúa la autenticidad).
Solo cuando se han dado estas condiciones previas se puede pensar que existe algún tipo de amistad. Tampoco basta el pasado común para que ésta perdure. Muchas amistades, por no vivirse en el presente o ser meramente “virtuales” (a distancia) terminan por desactualizarse y desvanecerse. La experiencia comprueba que no hay sentimientos de lejos; que si no se da el contacto directo y físico las cosas no son iguales. La amistad, como muchas cosas humanas, no puede darse solo a través de la razón; es algo tangible, al igual que nadie puede alimentarse mediante fotografías de comidas. Es por eso que los refranes expresan que la amistad es como una planta que se debe regar siempre.

¿Realmente tenemos amigos?
Ahora bien ¿cuántos “amigos” realmente tenemos que se ajustan a esta descripción? Bien se ha dicho que tener siquiera uno solo es ya una suerte y una bendición. Pero ¿por qué? Porque muchas veces basamos nuestras relaciones humanas en el mero interés; priorizamos siempre aquello que creemos nos conviene para nuestros fines y relegamos a la categoría de “inútil” lo que no nos produce beneficios. En este sentido preferimos muchas veces acercarnos o rodearnos de aquellos que satisfacen nuestras ambiciones o necesidades inmediatas a estar cerca de quienes solo nos agradan pero de los que no obtenemos nada en concreto. Como consecuencia de ello siempre acabamos distanciándonos de los que alguna vez hubimos considerado como amigos para vivir únicamente entre individuos que van al ritmo que nosotros queremos. Demás está decir que a la hora de los infortunios estos últimos desaparecen mientras que los primeros ya se extinguieron por falta de alimento. Cercano ya el fin de nuestra existencia nos damos cuenta que ello fue una mala inversión y resulta triste ver que, entre los pocos que se nos acercan, no falta algún “viejo amigo” que nunca se olvidó de nosotros a pesar que alguna vez lo consideramos como “no conveniente”.
Claro que las excusas son muchas: la practicidad de la vida, la necesidad del éxito, la prudencia de alejarse de quienes no van a nuestro compás, etc. Cierto que también influyen otros factores, el principal, la familia, a la que se supone uno debe darle toda la prioridad en desmedro de otros a quienes también estimamos. Pero esto desata otra discusión: ¿puede el amor compararse con la amistad?

¿Amistad antes que amor?
Para los griegos la respuesta era no, puesto que el amor, tal como lo conocemos, no es más que una exaltación pasajera y alterada de los sentidos y de la percepción, algo que suele engañarnos sobre la realidad de las cosas. Más aún, este fenómeno muchas veces no se da en la dirección correcta —hacia un prójimo— sino hacia otro tipo de cosas o situaciones. De este modo la gente suele sentir amor por una animal, un objeto, una situación, por algo imaginario y un largo etcétera. Muchos estados de locura tienen su origen en estas desviaciones del amor humano hacia diversas obsesiones. Sin ir muy lejos, la sociedad de mercado actual se basa en el principio de “amor al dinero”, al margen de lo que éste pueda dar en sí (un millonario no es una persona con muchas necesidades y que tenga que satisfacerlas a través de una gran cantidad de dinero: es alguien que necesariamente gusta apasionadamente de acumularlo, aunque nunca pueda llegar a gastarlo todo así él lo quiera).
Ante esto habría que preguntarse entonces si sería posible que se diera una “amistad” al dinero o a otra cosa. Imposible. Ello demuestra que se puede sentir amor por algo irreal, material o infame pero no amistad, puesto que ésta no sufre de los males que suele padecer el estado de amor. De ello se deriva también que las relaciones humanas que se sustentan en el amor suelen ser por naturaleza inestables, pasajeras y casi siempre anómalas. Esa es la causa de porqué la mayoría de matrimonios que se basan en el amor fracasan: porque han carecido del sentimiento firme y duradero que es la amistad. Al juntarse solo por amor, sin verificar la empatía o coincidencia natural más una historia en común, solo se ven los aspectos fantasiosos o los deseos personales más no las realidades. Cuando el efecto pasa, como con la droga o con el alcohol, el despertar suele ser muy triste puesto que todo no era más que una ilusión y se tomaron decisiones importantes sin antes constatar la factibilidad de llevarlas a una vida en común.

Conclusión
Por todo esto se podría decir que la amistad sigue siendo una manifestación muy rara de encontrar, en verdad poco buscada o anhelada, y muy mal entendida y más aún desprestigiada (siempre se piensa que “el amigo” sirve solo para la diversión y el ocio, algo cuestionable en una sociedad que valora principalmente el trabajo y la ocupación efectiva del tiempo). También significa que lo más probable es que las relaciones de pareja que se “llevan bien” lo sean porque, sin que ellos lo sepan, lograron desarrollar o tener, más que amor, una verdadera amistad que los unió. Mientras tanto, en la mayor parte de las relaciones formadas por el amor de los primeros días, lo que existe es la fuerza de la rutina y de las circunstancias alimentadas por la necesidad, situación en la que ya la vida en pareja no representa algo grato sino solo un compromiso u obligación. Son convivencias donde nunca se pensó que, para sobrellevarse, debía haber algo más que una pasión momentánea; y siempre bajo la creencia común de que “el amor lo puede todo”.
Entre el estado de amor y el de amistad el segundo siempre será real y confiable pues no se corrompe ni se altera y es lo que realmente une sinceramente a las personas. En cambio el primero siempre será una explosión imposible de controlar y cuyas consecuencias suelen ser desagradables cuando pasa. Por lo tanto fácil es sentir amor espontáneo por cualquier cosa, pero difícil tener una amistad auténtica.