viernes, 29 de mayo de 2009

Para soltarse de la teta asustada

Los peruanos estamos orgullosos de muchas cosas: de nuestra tierra, nuestras riquezas, nuestro pasado y, escasamente, de nuestra gente. Sentimos que tenemos cosas buenas y es cierto: nadie puede ser solo defectos. Pero vivir solo mirando a un lado y negar el otro es ser necios; es comportarse como un niño de jardín de la infancia que se siente muy bien como está y que no quiere que le cambien el mundo para nada.

Este niño dice: “No quiero que me muestren el lado malo de la vida, no quiero que me digan qué me falta, en qué estoy mal, por qué no he logrado lo que quería. Quiero ver solo lo bueno y así avanzar y desarrollarme, etc., etc.”. Educativa y sicológicamente esto es un absurdo, y de esa manera es cómo seguimos desde hace 500 años negándonos a la autocrítica seria y racional, pidiendo cabezas de los críticos y envolviéndonos en las faldas del Rey de España, primero, y ahora de la “bandera nacional” (esa del “saludo a la bandera”, un paño que solo sirve en el estadio para muchos).

La falta de un sentido crítico es lo que nos ha llevado a la inseguridad y a la incapacidad del juicio correcto. Si nos lo hubieran enseñado desde niños en vez de decirnos “tienes que ser como los extranjeros: culto, inteligente, científico, superior, etc.”, hubiésemos estado ahora mirando con expectación  e interés legítimo las muchas cosas buenas y malas que esta modernidad nos da. Sin embargo esa carencia es la que nos tiene agarrados del cuello y nos hace seguir causas e ideas de las que no tenemos ningún conocimiento para luego producirse barbaridades como las de Sendero (un comunismo pésimamente entendido y solo mal copiado de Pol Pot) y las del actual Liberalismo (doctrina seguida al pie de la letra por sacha empresarios peruanos que nunca han leído nada de é pero que como ven que les sirve lo asumen caricaturescamente). Ahora nos estamos preparando para sufrir las consecuencias de haber aceptado esa “filosofía” occidental sin siquiera haberla evaluado y entendido y sin comprender por qué Occidente la está abandonando en este momento.

Vivimos prendidos de la “teta” de Occidente, de sus ideas, de su cultura, de sus costumbres y valores sin saber qué son ni cómo se comen; estamos convencidos ingenuamente que, como provienen de una cultura “superior”, entonces tenemos que imitarla a como dé lugar. ¿Resultados? Vean el Perú cómo está. Después de 20 años de “prosperidad” neoliberal que empezó con Fujimori ahora nos dicen que vienen las “vacas flacas” por la crisis. Pero ¿cuál prosperidad hubo en el Perú? ¿Dónde estuvo que no la vimos? Un simple paseo por Lima y provincias nos pueden dar una idea del desastre en que se encuentra ahora el país. Entonces ¿dónde está esa prosperidad, ese crecimiento macroeconómico, esa bonanza de la que se habla?

Pero buscando, buscando la hemos encontrado: en la pista al balneario “Asia”. Una mesa de billar. Se puede incluso soltar el timón y el carro llega solo. Es un lujo. Y del mismo balneario ni qué decir. ¡Eureka! Ahí está la prosperidad de los últimos 20 años. Todo fue a parar a los habitantes de tan simbólico lugar como lo era la Bastilla durante la Revolución Francesa. El día que aquí, en el Perú, ocurran cambios verdaderos no dudo que todos los ojos estarán puestos en ese lugar, como el símbolo de los 500 años de indiferencia y explotación que hubo en nuestra nación.

¿Podremos soltarnos algún día de estas “tetas asustadas” que nos impiden pensar por nosotros mismos, evaluar con nuestro propio cerebro, sopesar con nuestros propios sentidos, y no esperar “triunfos” en el extranjero para saber que teníamos algo que valía la pena? Haré un recuento breve.

Damaris, gracias a Viña del mar, “puso en alto el nombre del Perú”. Ima Súmac y sus curiosos cantos en Hollywood: ¿alguien le habría hecho caso aquí a esa “gritona”? Gianmarco, el hijo de la recordada Regina Alcóver, era un cantante de peñas barranquinas hasta que lo contrató el clan Estefan. ¿Alguien dijo aquí: “¡qué bueno que es; hagamos que los peruanos lo aprecien!”? Juan Diego Flores, hijo de un cantante criollo, un desconocido para todos sino fuera por su madre y por su abuela que hicieron todo lo posible para que estudie en el extranjero. Aquí sería hoy un miembro del Coro Nacional.

César Vallejo. La crítica peruana decía que había que enseñar a Chocano y su hamaca tropical en los colegios, que eso era poesía. Hasta que aparecieron comentaristas europeos maravillados por su obra. A regañadientes y muertos de cólera la opinión local tuvo que empezar a decir que su poesía “tenía mérito”. Recordemos que Vallejo era totalmente comunista, así que se imaginan lo que significó para el diario El Comercio aceptar que Vallejo era un buen poeta. (Dicho sea de paso, Mariátegui también era comunista, con lo que los dos más grandes peruanos de la historia han sido de tal línea. Interesante ¿no?).

Javier Pérez de Cuellar, un diplomático de carrera desconocido en nuestro medio hasta antes de ser nombrado Secretario General de la ONU. Alejandro Olmedo, peruano campeón mundial de tenis por Estados Unidos, nacionalizado norteamericano. Aquí era un sparring del Club Lawn Tennis. Tania Libertad y Susana Baca le deben todo a sus parejas extranjeras que las sacaron de la mediocridad de las peñas de Lima. Aquí no hay ningún mérito de los peruanos ni de los que lloran ahora con la bandera en la mano. Pedro Paulet, el más grande científico peruano, es aquí un completo NN. Como nadie lee (o casi nadie) revistas científicas se ignora que es considerado uno de los padres de los vuelos espaciales.

Desgraciadamente todos los ejemplos son lo mismo: el extranjero decide mientras en el Perú se espera. Machu Picchu figuraba en el catastro de la municipalidad del Cusco mucho antes que llegara ese buscatesoros llamado Hiram Bingham, ansioso de ser el Lord Carnavon gringo (y lo logró). Antes de él, en el Perú, todas las ruinas y los restos de lo cholo eran vistos como la rémora de un pasado que había que superar y olvidar para “ingresar por fin a la modernidad y al desarrollo”. Decían: “mientras sigamos mirando hacia atrás nunca alcanzaremos a los países que se han superado y ahora son naciones industrializadas y modernas”. O sea, Machu Picchu y todas nuestras “ruinas” de las que ahora estamos orgullosos eran montañas de estiércol hechas por los antepasados de nuestras sirvientas hasta que el norteamericano dijo que eso era “riqueza cultural”. Hasta ese momento el único que valoraba esas “ruinas” era un médico despreciado fundamentalmente por ser tan cholo como los huacos que sacaba con su propio dinero: Julio C. Tello.

¿Y por qué no se presentan primero las obras aquí, en el Perú, en calidad de muestra o preestreno para la evaluación primero de nosotros, los interesados, y luego se las llevan a los concursos de afuera? La respuesta es muy sencilla: porque los artistas saben que aquí nadie tiene idea de qué es lo valioso y qué no si es que no se viene con un premio del extranjero bajo el brazo. ¿Alguien lo puede negar? Pero algunos dirán: “¿y la cumbia peruana? Está triunfando aquí antes que en el extranjero”. Es una verdad a medias. Los Shapis recién salieron en la televisión (y con ellos la “chicha”) cuando Francia los invitó a un festival de “pueblos inferiores” en París. Antes de eso la chicha era una música despreciable y un sinónimo de “bajo y ruin”, de fiestas de borracheras y delincuencia (en gran parte impulsado esto por una campaña de las radioemisoras que difunden salsa por convenio con las disqueras norteamericanas, creadoras de ese género en New York y Miami). De modo que no quedó más remedio que acudir al término colombiano “cumbia”, porque no es peruano y así, en nuestro medio eso tiene el carácter de “ritmo extranjero adaptado para el Perú”. Nuevamente el complejo de no aceptar lo cholo de por sí, si es que no viene de París, no usa una palabra foránea y no sea una fusión con ritmos no peruanos. Así sí es aceptable; pero nada con los cholos; es mejor colombiano que peruano.

Mientras Europa y EEUU sean para nosotros los paradigmas y las medidas de todas las cosas nada cambiará en nuestra realidad y seguiremos alegrándonos de lo que hacen los Claudios Pizarros, los Farfán y todas las estrellas futbolísticas allá, a donde “las cosas valen”, pues acá solo hay miseria y desolación (salvo en el balneario Asia). Y viviremos como siempre con el orgullo de haber tenido “reinas de belleza” como “Gladys Zender” o “Madeleine Hartog Bell” (¿peruanísimas no?) simplemente porque “allá lo dijeron”, pues acá ni sabíamos que esas señoras existían. La lista es muy larga y no quiero agotarlos con los “triunfadores afuera que vienen a ser paseados en hombros por cholitos acomplejados”.

El mensaje final es: quien logre triunfar en el Perú sin que ningún gringo o extranjero diga nada sobre él y, más aún, sea ignorado y ninguneado por ellos, ese peruano, ese, será el que realmente haya hecho patria. Este es el gran reto que hasta ahora nadie ha podido lograr (porque se estrella contra la barrera mental del subdesarrollado y acomplejado cerebro nuestro) pero que espero que, a raíz de estas ideas, alguien lo pueda hacer aunque muera en el intento.

Recuerden: es mucho más fácil demostrar que uno vale ante los extranjeros (que no conocen nuestros prejuicios) que ante nosotros. Y no cabe aquí eso de “nadie es profeta en su tierra” porque todos los artistas de Estados Unidos SÍ SON PROFETAS EN SU TIERRA, porque ellos se aprecian a sí mismos y no esperan concursos de Europa para saber qué les gusta y qué no, qué vale y qué no.

 

3 comentarios:

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  2. Hola, tengo 15 años, tu fiuste a mi colegio (Bertolt Brecht), y me encantaron cada una de tus canciones, por desgracia no escuche tu nombre cuando lo anunciaron, asi que tuve que confiar en google para saber quien eras...

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  3. Hola:
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    Hasta la próxima.

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