viernes, 29 de mayo de 2009

Mitos y verdades sobre la corrupción

Si no fuera por la gravedad del hecho uno diría: "algo que ocurre todos los días no es noticia", tal como enseñan en las escuelas de periodismo. Pero esto me motiva dos comentarios que los haré breves pero que son parte de distintos ensayos más extensos que he realizado.

1. No es cierto que las fuerzas policiales, de aquí y de todo el mundo, combatan a la corrupción y al delito. En realidad, lo que hacen es administrarla. Brevemente: el ser humano tiene dentro de su comportamiento general una natural tendencia a romper los esquemas. Esto no puede ser considerado malo porque esa es la base del cambio y el progreso sin lo cual hasta ahora estaríamos en el "Paraíso terrenal" o en la Edad de Piedra. Ante ello lo más adecuado es canalizar estas fuerzas de la mejor manera; y eso es administrar, ponderar, dirigir. Por ejemplo: aunque nos parezca increíble, toda delincuencia (salvo la circunstancial, producto de una acto de desesperación) está organizada y delimitada. Toda persona que delinque por lo general lo hace de la mejor manera que sabe y en donde lo puede hacer. Todo eso lo conoce la fuerza policial, quien tiene un mapa detallado de los tipos de delitos y quiénes los comenten y en dónde. Lo que las policías de todo el mundo procuran es que ese esquema no se rompa o rebase y ocasione un escándalo social (que es a lo que se teme siempre y que ocasiona las “reformas”). Es decir, mientras una fuerza policial pueda mantener dentro de sus cauces el delito de su sociedad las cosas van a ir bien. Esto implica, lamentablemente (pero también "realísticamente") que el método para hacerlo exige que las fuerzas policiales "negocien" con las fuerzas delictivas para que ambas mantengan sus espacios. Nunca la policía acabará con el crimen y el crimen nunca irá más allá de su ámbito y tamaño natural. Lo que se procura es el equilibrio. Para entenderlo mejor, es como en una clase de colegio donde hay desde los "nerds" hasta los más aplicados, los mudos, los normales y los "viciosos". Ninguna clase dejará de tenerlos. Lo que debe hacer el maestro no es expulsar a los "viciosos" (porque otros tomarán sus lugares) sino controlarlos, mantenerlos a raya. Este es más o menos el resumen del ensayo y la enseñanza que nos da es que no se trata de eliminar el delito sino de controlarlo y administrarlo de la mejor manera, sin que éste llegue a alterar las estructuras básicas de la sociedad (igual que el viejo problema de la prostitución: el asunto es orientarla, porque no se la puede erradicar del comportamiento humano). Entonces, como conclusión, un buen sistema policial es el que administra bien el delito. (Para comprobarlo, si algún día les roban el carro y tienen gran influencia en la policía verán que ellos, los policías, por el lugar y la modalidad del robo, les dirán inmediatamente dónde está el vehículo, quién lo hizo y para qué; e inmediatamente ordenarán su devolución. ¿Por qué? Porque ni la policía ni los mismos delincuentes permitirían que unos desconocidos invadan sus “terrenos”. Ambos, policías y delincuentes, identificarán y denunciarán a los nuevos y advenedizos que se han atrevido a actuar sin tener el respectivo "permiso").

2. El otro comentario que también me suscita esta anécdota es la importancia de mantener un sistema policial y judicial corrupto. ¿He escrito bien? Sí. Permítanme explicarlo. ¿Han oído hablar alguna vez que a un banquero, a un miembro del Club Nacional se lo detenga y se le juzgue en el Perú? No. Lo que pasa es que no entendemos que un sistema corrupto siempre favorece al más fuerte, al que puede pagarlo, al que puede sacar y poner jueces a discreción. Para entenderlo mejor usaré una comparación que siempre es ingrata pero a veces necesaria. En EEUU existen miles de millonarios y empresas tan poderosas que, si no existiera un contrapeso en el Estado y un sistema judicial independiente, una transnacional como la Exxon o la GM tendrían la capacidad de manejar a su antojo al gobierno. Allí hay tantos poderosos que, sin ese sistema judicial, hace tiempo que Norteamérica habría caído en manos de cualquier súper millonario (y aún así ocurre a veces, como el caso de Lehman Brothers). En cambio, en países como el Perú es todo lo contrario. Aquí basta con tener un poco de dinero y amigos en el Congreso o en Palacio para que la ley no te toque. Y más grave aún: cualquier empresa con algo de poder puede digitar al Ejecutivo a su regalado antojo. Por eso se procura que siempre, tanto la policía como el Poder Judicial, esté lleno de mediocres, pelagatos y, sobre todo, "cholos" acomplejados (porque los hay de los otros) que ante un blanco se tiran al piso para obedecer (¡vamos, todos sabemos que los policías y jueces del Perú son "cholosmuertosdehambre" y así los tratamos!). Esta es la situación que hace que aquí las mineras, por ejemplo, pateen todos los tableros y hagan lo que les viene en gana, porque nuestros poderes de control son solo una cueva de pobres diablos que hacen lo que se les ordena. Por eso el mismo que se para ante una luz roja en Patterson, y no se mueve hasta que no cambie, es el mismo que se la pasa en Javier Prado. Porque como él dice: “aquí la ley no se respeta; allá sí”. (¿Alguno de ustedes se ha enfrentado alguna vez con un policía de carretera de Texas o de Ohio? ¿Han intentando darles un billete de 5 dólares?). En conclusión: la corrupción no es gratuita ni casual en el Perú: ES NECESARIA PARA PODER HACER NEGOCIOS). Y mientras los grandes grupos de poder necesiten hacer crecer sus negocios requerirán cada vez más jueces adecuados a sus intereses (porque los que no obedecen son los llamados “tremendos jueces de la tremenda corte", la clásica frasesita con la que se califica a todo juez que dictamina en contra de los grandes intereses ¿no?). Así que quejarnos de la corrupción en el Perú sin entender por qué ésta es indispensable es no conocer a fondo el hecho que la sustenta. 

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