domingo, 26 de julio de 2009

Cambridge: racismo moderno e ilustrado


En el corazón de la sabiduría de Occidente, Cambridge, de donde se dice que provienen los mejores hombres de la historia, el racismo chusco y chabacano de toda la vida sigue tan vivo y a flor de piel como en los tiempos de la esclavitud anglosajona y los progroms hitlerianos. Un distinguido profesor de la universidad —que identifica por antonomasia a dicha ciudad— por el solo hecho de estar en la puerta de su casa fue víctima de la peor humillación posible: fue acusado de ser sospechoso por ser negro. ¿Qué lecturas se pueden extraer de todo esto? “A diferencia del racismo del Sur, que destaca la raza y trata de mantener a los negros en su sitio, el racismo liberal afirma no hacerlo” expresa Rene Monroe en un artículo para la web Rebelión que nos sirve de base para hacer este comentario. (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=89154)

Personalidades mundiales supuestamente muy blancas y occidentales como Mario Vargas Llosa (intelectual español nacido en Perú y promotor acérrimo y fanático de la cultura occidental y sus valores) se sienten ufanas de ser parte de dicha cultura a la que consideran como la fuente de la tolerancia, el saber y el respeto por los derechos del hombre. Para ellos, provenir de ese medio es un sinónimo de superioridad en todos los sentidos, en especial, en el moral. Cuando alguien dice haber realizado sus estudios superiores en las más insignes instituciones occidentales, como la universidad de Cambridge, es visto, ya no como simple humano, sino como un semidiós que viene a salvar a un país de su atraso e ignorancia. Sin embargo el racismo escondido detrás de sus títulos y cartones de pacotilla —y la bajeza que allí se camufla— son una realidad tanto o más execrable que la que se haya practicado en el peor país racista que hubiera existido.

El racismo moderno: el responsable

En esa universidad, en medio de tanto cretino que se vende a sí mismo como un ente superior (como si tener muchos títulos de abogacía convirtieran a alguien en honesto) existe una discriminación solapada que revela las más profundas ideas cavernarias sobre cómo está organizado el mundo. Digan lo que digan, para ellos la raza blanca y anglosajona es necesariamente la que tiene que dominar a la humanidad; prueba de esto es que la casi totalidad de las personalidades que prevalecen en el ámbito cultural y científico actual son de esa raza (exceptuando a unos cuantos orientales e indios que sirven para darle el matiz de pluralidad que el marketing exige). Pero claro: dirán que así no piensan ni los catedráticos ni los alumnos de dicha institución pero ¿será eso verdad? ¿Por qué la población que rodea a la universidad practica este racismo moderno (que no sale a la calle con palos y antorchas sino que llama discretamente a la policía cumpliendo con el “muy responsable” deber ciudadano de denunciar cualquier cosa que les parezca “extraño a su forma de vida”)? ¿Qué ha hecho ella para modificar en algo estas ideas, si es que es verdad que no las comparten? ¿Por qué sus autoridades se desplazan tan tranquilamente por sus avenidas y locales públicos y privados y no han notado nada anormal? ¿Son tan sabios para algunas cosas y tan incompetentes para otras que no pueden percibir el tufillo racista de las discretas expresiones de sus pobladores y funcionarios?

El prejuicio ante el diploma

La verdad es que en toda esa famosa entidad educativa se piensa lo mismo: están convencidos que hay una raza dominante y esa es la blanca anglosajona. ¿Existe alguna manera de negarlo? Por supuesto que los Vargas Llosa del mundo no dirán ni palabra sobre ello puesto que para ellos, como adalides y vendedores que son, lo importante es afirmar la necesidad de aceptar siempre la hegemonía occidental por sobre todas las cosas. Lo grave es que muchos habitantes de los países tercermundistas se pliegan a ese prejuicio y por eso estudian en universidades de este tipo para después regresar a sus países de origen a ofrecerse como las más insignes personalidades políticas, exigiendo que se les entregue la conducción del país. “Es de Harvard, es de Cambridge”, dicen sus aduladores y lo repiten los medios de comunicación, absortos ante ellos como si de extraterrestres se tratase, intentando promoverlos cual renombrados boxeadores. Finalmente los gobiernos, mayormente sumisos a las políticas de Washington y de Europa, los ven como buenos interlocutores y fieles correligionarios (prooccidentales por excelencia) y los eligen debido a sus “inmensos méritos y a su gran currículum”.

Saber es poder

Si embargo a partir de ahora, gracias a incidentes como éstos —que revelan la verdadera miseria moral y humana de quienes provienen de estos centros universitarios— estamos advertidos que muchos de los que allí estudian y se gradúan lo hacen principalmente para asumir el mando de sus países pero siguiendo las líneas maestras del imperio anglosajón. Pasan del aula al gobierno o al ministerio bajo el supuesto que sus gigantescos conocimientos aportarán algo bueno, cuando en realidad lo único que van a hacer es reforzar a los grupos de poder (de los cuales casi siempre ellos provienen) y la relación dependiente con Occidente. Dicho en pocas palabras: en universidades como Cambridge se forman los futuros líderes que difundirán el pensamiento retrógrado, prepotente y racista que se impondrá en el resto del mundo, poniendo principalmente por delante la idea de que “siempre un blanco, con estudios o sin ellos, es y será superior”. Ello lo reflejarán después en las políticas orientadas a mantener el statu quo actual. Por todo esto creemos que ha llegado el momento de denunciar a estos déspotas ilustrados y demostrar que su calidad moral es inversamente proporcional a sus conocimientos. En nuestra opinión, se trata de asesinos tecnócratas que no saben que lo son y que no dan la cara, pero que aprietan un botón, a miles de kilómetros de distancia de donde se producen las masacres, sin que ellos sientan el mínimo remordimiento. Estamos, entonces, todos advertidos.

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