domingo, 11 de septiembre de 2011

Una mirada filosófica al 11-S

Al cumplirse el décimo aniversario de un suceso tan crucial como el 11-S es necesario hacer una evaluación del mismo pero ya no desde la óptica de la geoestrategia militar sino desde lo que le puede atañer a la filosofía en la medida que dicho acontecimiento ha dado paso a una lógica discursiva que toca el ámbito de esta materia. En líneas generales se podría decir que ello da pie para poner sobre el tapete diversos problemas clásicos como los de la verdad, el valor, la justicia y la política.

Resumen

El 11-S es un suceso que ha originado una visión parcializada sobre el valor de la vida pues a partir de él se ha instaurado la creencia que existen vidas más valiosas que otras. También ha impuesto una visión de la realidad que va más allá de los hechos objetivos; según el entender de los científicos, que los han estudiado con seriedad, estos no coinciden con la versión oficial; sin embargo dicha verdad es la que debe ser asumida, al margen que sea un discurso que encaje sospechosamente con los intereses del poder de turno. Por otro lado este acontecimiento ha propiciado la implantación de una idea de justicia —que supera en primitivismo a la misma Ley de Talión— y donde lo justo es simplemente cobrarse venganza pero no en igualdad de condiciones, como decía ese antiguo proverbio, sino, por el contrario, hacerlo al mil por ciento, coaccionando y amenazando además a todos por igual, tanto a víctimas como a supuestos victimarios. Finalmente el 11-S ha gestado una noción de política que no se sostiene sobre principios sino más bien sobre finalidades y objetivos (el fin justifica los medios) siendo esto producto de una filosofía pragmática que no considera otra medida que no sea la del interés y el beneficio de los ricos por encima de los del resto del mundo.

Acerca del juicio humano

Desde un principio el hombre se percató que no era solo un actor dentro de la naturaleza sino también un observador, y que él le daba a los hechos una determinada interpretación según estos lo afectaran o no. Un terremoto que se diera en Marte, por muy fuerte que fuese, le resulta totalmente intrascendente a diferencia de que si éste sacudiera Nueva York. Quiere decir que la mirada sobre la realidad necesariamente pasa por el tamiz que el ser humano le otorgue.

Por ejemplo, tragedias que acaecen en lugares lejanos a los países desarrollados son asumidas como un suceso común e indiferente por la prensa mundial (por más que se trate de la muerte de miles o millones de personas) mientras que un simple incidente familiar producido en el corazón de una gran urbe puede tener connotaciones “catastróficas” para los medios de comunicación. Como se dice popularmente: “Todo es según el color del cristal con que se mira”.

Primer problema: el valor

¿Qué es el valor filosóficamente hablando? Es aquello que el ser humano considera que produce un bien. Es decir, algo vale porque es bueno. Lo que se aleja del bien es lo que carece de valor. Una roca que no tuviese ninguna utilidad práctica o que fuera muy poco deseada sería considerada como cosa sin valor. Si ésta en cambio poseyese una propiedad especial que la volviera útil y, por lo tanto, deseable, eso la convertiría en valiosa. Para Platón el bien no era algo relativo, no dependía de la apetencia humana para existir. La vida, por ejemplo, era para él un valor ajeno a la apreciación humana y debía ser reconocida por todos. Sin embargo en la Sociedad de Mercado el valor lo determina la oferta y demanda, de modo que una vida que no esté vinculada a la utilidad o al deseo prácticamente no vale nada y puede ser desechable.

En el caso del 11-S se ha desarrollado un criterio que da a entender que las vidas perdidas en tal atentado tienen un valor que está por encima de su realidad y cantidad, algo similar a cómo se ponderan a los héroes y se los sacraliza. Podrán morir muchos más seres humanos en otras partes y en circunstancias aún más dramáticas pero a las del 11-S se las considera de mayor calidad en relevancia y significación debido a su ubicación dentro del panorama mundial. La conclusión es que no se está considerando la idea del valor como un principio supremo (toda vida humana es valiosa) sino como algo surgido de la correlación de intereses humanos (unas vidas son más valiosas mientras que otras no valen nada).

Segundo problema: la verdad

Otra reflexión que genera este caso es el relacionado con la verdad. ¿Qué es la verdad? Algo que es real, que se da en los hechos al margen de la opinión humana. Retomando a Platón —como un referente genérico aunque ello no agota la discusión— en su filosofía la verdad también era algo existente pero por encima de todo, mientras que el ser humano navegaba en lo que llamaba la doxa, la opinión, algo que podía ser cierto o falso. El objetivo de la filosofía por lo tanto, según el autor de La República, era buscar esa verdad para lo cual el ser humano debía desembarazarse de sus falsas percepciones. Sin embargo otra vez vemos que en la Modernidad la verdad se vuelve una apreciación sujeta a quién la diga y dependiendo de qué le convenga. El ser humano podrá decir que ha obtenido la verdad pero eso será siempre solo su parecer; nunca sabrá si lo que cree es realmente verdadero o si nada más se trata de algo que ha supuesto.

En un suceso como el 11-S existen hechos concretos pero también una interpretación, que es la manera cómo éstos se tienen que entender y leer. Si no se diese un discurso aclaratorio tal acontecimiento sería inexplicable y confuso y todos se preguntarían qué fue lo que pasó. Para elaborar ese discurso está el poder, que es a quien le corresponde tal papel y para lo que está designado. Las personas que pertenecen a una determinada sociedad han aceptado voluntariamente creer en sus líderes o dirigentes, por lo tanto todo aquello que estos digan será obligatoriamente la verdad, aunque lo acaecido no se asemeje en nada a dicha explicación. En conclusión, en la sociedad la verdad es un atributo que únicamente posee el poder más no así otras entidades como la ciencia o la sabiduría (recordando el caso de Galileo versus la Iglesia Católica) por lo que la verdad de lo ocurrido será siempre lo que diga la versión oficial y no lo que indiquen los hechos.

Tercer problema: la justicia

Justicia es toda acción que procura el equilibrio de una determinada sociedad en vías a su preservación. Se menciona nuevamente a Platón para reiterar que, según sus ideas, dicha noción no depende del hombre. Sin embargo eso no es lo que la humanidad utiliza como norma. La justicia en el mundo contemporáneo, por ejemplo, es una disposición que depende de las circunstancias y características propias de cada grupo humano, de tal modo que, lo que a unos les parece justo a otros no.

Con respecto al 11-S, en un medio como el occidental lo justo resulta ser ahora ejecutar una venganza pero al mil por uno (algo así como “Mil ojos por un ojo y mil dientes por un diente”) de modo que matar a mil personas por cada una de las fallecidas en ese desdichado suceso es visto como algo correcto y avalado por las leyes. Hasta se permite ir más allá afirmando que hacer justicia es también actuar en otras dimensiones, como las económicas y políticas, castigando a quienes no tuvieron que ver directamente en el asunto pero que no lo condenaron de la manera adecuada (“los que no están con nosotros están en contra nuestra”). De modo que, según esta interpretación, resulta justo eliminar a los que no aplauden las acciones de justicia llevadas a cabo. Con esto se cumple con la idea de que la justicia es lo que propicia la cohesión y el sostenimiento de una determinada sociedad al margen de lo que digan otras naciones u opiniones.

Cuarto problema: la política

Un cuarto problema (aunque no el último pues quedarían pendientes otros temas como la ética) es el de la política. ¿Qué es la política? Es el arte de gobernar. ¿Quiénes tienen el derecho de dar y quitar la vida? Pues quienes detentan el poder. Antiguamente, cuando la forma común de gobernar era la aristocrática (a los mejores les corresponde el mando), la idea imperante era que existía un derecho natural que el poder tenía para decidir por todo, incluyendo sobre la vida y la muerte. Su autoridad no emanaba de un consenso sino de nociones supra humanas como podían ser los dioses, la tradición, la religión o las leyes fundacionales.

En cambio en la actual Sociedad de Mercado lo que cuenta es el equilibrio de fuerzas entre los que detentan la riqueza y no existe mayor ley que la que surge de una negociación. Si para ello es necesario trastocar o eliminar las costumbres o creencias imperantes (incluyendo a los pueblos) simplemente se hace, siempre en función de la conveniencia de los ricos. En este sentido ni Dios ni la naturaleza están por encima de los intereses económicos. Se trata de un tipo de política surgida del Pragmatismo, que es aquella corriente filosófica que justifica los medios con tal de llegar a un fin. Visto desde esta posición el mundo es hoy una fuente de recursos y la humanidad un mercado de consumo, por lo tanto, todo lo que la política contemporánea hace no es más que procurar que esto se perpetúe.

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