martes, 19 de julio de 2011

El racismo es por dentro, no por fuera

El problema racial en el Perú sí es algo principal tanto como lo fue en la Sudáfrica del apartheid. Pero no porque una piel sea mejor que otra (en tal caso, la más oscura sería superior porque resiste más la radiación solar) sino por lo que ella significa socialmente. Tener el color blanco es haber nacido de una madre y un padre de origen europeo o norteamericano. De estos hay pocos, claro está, pero tal hecho se encuentra asociado a pertenecer a la "clase dominante" o a ser "un superior", cosa que de por sí implica que ser blanco es “poseer un valor natural”.

Si usted es blanco en el Perú no tendrá impedimentos para estar o ingresar a los lugares más exclusivos aún sin tener dinero. Si usted es blanco podrá insultar a su regalado gusto al policía, al juez o al congresista porque, en su mayoría, todos ellos son “cholos”, provincianos de segunda. Si usted es blanco otros blancos se le acercarán y le dirán: "oye, únete a nosotros para que ‘éstos’ no se nos vengan encima y los podamos explotar como nos dé la gana". Sin haber abierto la boca el blanco ya pertenece a un club exclusivo de "patrones" por esta simple situación de afinidad.

¿Y qué blanco diría que no, que no estoy de acuerdo porque blancos y cholos en el Perú somos iguales, que no me parece que a mí me traten como a un rey sin haberme preguntado cuánto realmente tengo en el bolsillo? Tendría que estar loco o ser un renegado para hacerlo. Entonces, con este tipo de lógica, pensamiento y actitudes ¿se puede hablar de igualdad, de no-racismo en el Perú?

Claro; existen personas que salen en los medios a decir que "soy tan cholo como cualquiera, aunque sea colorado". Mueve a risa. Nadie los ha visto en su casa ni se los conoce cómo son en realidad, pero sabemos que en verdad son puras poses. Ante esto se dirá: entonces ¿qué es ser "del pueblo”?

Para saberlo lo primero sería no tomar las cosas por su envase, por su envoltura, sino por su contenido. No importa si se tiene tal o cual color de piel o si se nació en tal zona de la ciudad. Lo único que vale es de qué lado se está. Para decirlo en términos futbolísiticos: para dónde se patea.

Si se patea para los ricos difícilmente uno será del pueblo. Pero si se patea a favor de los más pobres y enfermos para que tengan una buena atención hospitalaria (y no necesariamente un buen hospital porque estos suelen ser “faenones”), para que los trabajadores reciban el sueldo que les corresponde, para que a nadie se le discrimine por no haber estudiado en una universidad privada y hecho su doctorado en el extranjero (como si ese fuera el único camino para ser "importante"); si se piensa y se actúa de esta forma en la vida diaria, así se sea blanco como la nieve y se tengan los ojos más azules que el cielo de Huaraz se pertenecerá al pueblo.

Pero dirán que los cholos no lo van a aceptar porque ellos también son racistas con los "blanquiñosos". Eso no es cierto. El ejército de Túpac Amaru, en su primera etapa, estaba formado por españoles y peruanos blancos, negros y cholos de todo tipo. La causa común hacía olvidar mágicamente esos "detalles", lo cual demuestra que toda diferencia se puede superar cuando los principios son comunes y la metas superiores.

El racismo inverso, el del cholo al blanco, solo ocurre en respuesta al primero, cuando el blanco construye a su alrededor un sistema legal y social que lo favorece ostensiblemente. Si éste no se diera se comprobaría que la sociedad peruana no es por naturaleza discriminatoria sino, por el contrario, inclusiva, pues por tradición provenimos de una cultura que asimila los valores y expresiones foráneas siempre y cuando estos sean considerados como positivos.

Según Basadre la culpa del destino del Perú la tiene su clase dirigente, mientras que Hernando de Soto los desenmascara al acusarlos de ser mercantilistas (de vivir a costa de los grandes contratos del Estado, el único gran negocio que se puede hacer en este país). Desgraciadamente esa clase dirigente siempre se ha refugiado en sus características raciales para formar una especie de logia basada sobre el común “origen extranjero” de sus ascendientes. Al verse entre ellos se identifican y saben que están hablando con “uno de los suyos”, de modo que pueden ejercer sin problemas sus intercambios de beneficios y prebendas.

Eso es precisamente lo que ha ocasionado el atraso y el caos en el que actualmente vivimos pues tenemos una nación conducida por personas que, en vez de ver a su país como su casa, como su lugar de residencia y última morada, lo ven como una chacra, como un centro de enriquecimiento no importándoles si ésta se encuentra bien, saludable y ordenada. Solo les interesa la ganancia que puedan obtener para al final irse a refugiar al país de sus ancestros y del cual han obtenido su nacionalidad.

De modo que no es la piel la causa del problema: es el espíritu de un grupo de peruanos que usufructúan dicha peculiaridad cromática y que la emplean como una ventaja a la hora de recibir los favores del Estado. Ese espíritu de lucro y egoísmo ha convertido a toda esta clase "alta y blanca" del Perú en seres desesperados que viven mirándose a sí mismos y a sus bolsillos preocupados por las amenazas de que tal relación ventajosa de poder algún día se acabe.

Y esas amenazas siempre han provenido, como pasó en Sudáfrica, del lado de quienes son los perjudicados de origen, de aquellos que sin haber empezado a jugar están ya condenados a perder, de esos ciudadanos de cuarta categoría (como los parias de la India) que lógicamente ven que esto es una clara y descarada injusticia, de los cholos, de los nativos, de los andinos y, por extensión, de todos aquellos que provienen de las culturas prehispánicas de nuestro continente.

Por lo tanto si queremos superar las taras que nos impiden sentirnos como una nación orgullosa de sí misma y de su gente (y no solo de su territorio y sus restos arqueológicos) tenemos que encontrar la manera de superar esta mirada colonialista, de acabar con esta execrable forma de discriminación para establecer reglas claras de juego donde todos sin excepción, y sin considerar sus vínculos con determinados grupos cerrados de poder, tengan las mismas oportunidades de aportar un bien para las mayorías de nuestra patria.

2 comentarios:

  1. Si pero...aún cuando seas blanco y tus ideales sean los mismos que los de todas las personas de bien, en este país, si eres blanco aunque seas pobre igual pierdes porque hagas lo que hagas ya hay un cliché. Y el racismo a la inversa, creéme amigo, es algo con lo que es bien dificil convivir. Porque igual, nadie te cree. Y para que te crean, tienes que dejarte muchas veces humillar.

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  2. Exactamente, amigo. Como lo dije, el ser blanco es, desde un lado, una gran ventaja, pero también un estigma, una carga que puede ser pesada pues obliga a tomar decisiones o asumir compromisos no deseados. Por ejemplo, cuando una hija sale blanca o "blanquiñosa" tiene más probabilidades de ser asediada para usufructuar esa condición como salida de la pobreza, cosa que muchas veces produce un tipo de prostitución, descarada o solapada.
    De modo que, a favor o en contra, la selección social por el tipo racial resulta siempre un estorbo adicional para establecer objetivos comunes en una sociedad.
    Muchas gracias por su comentario.

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