jueves, 20 de octubre de 2011

Ratas de laboratorio, esterilizaciones y Casas de espera



El siguiente es un comentario al documento Tan cerca… tan lejos. Una mirada a las experiencias exitosas que incrementan el parto institucional en el Perú elaborado por el Ministerio de Salud en su edición 2007 y sistematizado por Raquel Hurtado La Rosa y Margarita Díaz Picasso. En su presentación dice: “…la salud sexual y reproductiva se convierte en una estrategia nacional cuyo objetivo principal es reducir las tasas de mortalidad materna y perinatal, ayudando a las personas a lograr sus ideales reproductivos.” (p 11) cosa que revela diáfanamente un criterio de salud sumamente estrecho (reducir tasas de mortalidad) que desde ya no anuncia nada bueno con respecto a lo que se va a leer más adelante. De entrada estamos ante una concepción eminentemente occidental y propia de organizaciones que actúan impunemente bajo consignas que la mayor parte de la humanidad desconoce pero cuyos objetivos son fáciles de suponer en la medida que se mueven dentro de una sociedad de mercado dominada por las grandes potencias, en especial, Estados Unidos.


Una vez más los organismos internacionales creados, financiados y monitoreados por los países desarrollados occidentales aplican en los países menos desarrollados ideas que jamás llevarían a cabo en sus casas y con sus familiares. Del mismo modo cómo trabajan en sus laboratorios con las ratas experimentales imponen métodos similares y “efectivos” donde el ser humano no occidental sirve de experimento para diferentes propósitos.


El caso más conocido y común es el de “orientar” a las “culturas no desarrolladas” para hacerlas “más viables”, entendiendo todo esto como “hacer de ellas lo más amigables posible” a sus intereses (que casi en todos los casos consisten en apropiarse de las riquezas naturales que existen en donde residen dichas culturas). Esta mentalidad prepotente y, sobre todo, racista llega a su plenitud cuando obliga, muy políticamente, a los funcionarios de los diferentes países subdesarrollados a implementar programas de control de natalidad y esterilización bajo el supuesto que “es lo mejor que se puede hacer por esa pobre gente”. La perversión occidental rebasa incluso los límites de la imaginación pues está comprobado que llegan a difundir cepas de enfermedades previamente trabajadas, algunas mortales, con la finalidad de “moderar” el crecimiento descontrolado de dichos “pobres”.

Regalo de los dioses
Las llamadas Casa de Espera parecen ser otro esperpento salido de esta mentalidad desquiciada. Cuando se revisa el documento los datos más importantes que deberían estar al comienzo (como son las causas que originan el problema, quiénes han trabajado en su solución y partiendo de qué premisas) son soslayados en ítems colocados al interior pero sin ahondar en la información. El lector tiene que deducir que se trata de una propuesta elaborada en un centro del extranjero y pensada por algunas brillantes personas con cierto nivel de conocimiento (en ninguna parte se especifica esto). Lo único que se encuentra son las siglas UNICEF y USAID, nombradas como entidades de las cuales no debe caber ninguna duda sobre su probidad y asertividad (casi como mencionar el nombre de Dios). Eso, obviamente, no es ni científico ni cierto. En todo estudio serio lo primero que se exige es un análisis de la situación previa de manera objetiva e imparcial; aquí no se hace.

La muerte no es la culpable
Entre líneas uno debe descubrir que se trata de un problema grave. “La Casa de Espera es una estrategia que ha sido diseñada para enfrentar la barrera de inaccesibilidad geográfica de las gestantes a los servicios de salud.” (p 27). «Surgen como una necesidad al hacer el análisis de por qué las mujeres no asisten a los servicios de salud en el momento del parto;…” (p 33). Si este es el origen del mal entonces la conclusión más simple que se puede hacer es que hay un tema puntual de política de salud estatal que no se está llevando a cabo por alguna razón. De modo que el responsable del problema son los gobiernos que, en vez de hacer su trabajo, se dedican a otras cosas que no son atender a los más necesitados. Entonces ¿cuál sería la solución? La que debe ser: incrementar los servicios básicos de salud en los lugares más alejados, algo que se hace en todos los países desarrollados con éxito y sin altísimos costos. El caso es que en los países subdesarrollados no se hace; y como no se hace (o no se quiere hacer) la salida más fácil es culpar a la geografía (“es que están muy lejos”) o a la falta de recursos (“no tenemos dinero”) cosa completamente falaz pues basta ver lo que se invierte en obras absolutamente intrascendentes y electoreras sin ninguna vergüenza (en el caso del Perú abundan, desde un “espectáculo de aguas” en el Parque de la Exposición hasta remodelaciones como la del Estadio Nacional en las que se gasta lo mismo que costaría hacer dos nuevos).

Terapéutica occidental
Ante esa indiferencia y racismo las respuestas son parecidas a las que se ponen en práctica para el tratamiento de animales de consumo. Y en el colmo del desprecio se les quiere hacer pagar a las propias comunidades algo en lo que a ellos jamás han sido consultados ni lo han pedido. “En estos lugares, la adecuación cultural sigue siendo entendida como una estrategia para «aculturar» a las mujeres, es decir para coseguir (sic) que ellas se sometan a las prácticas biomédicas en la atención del parto.” (p 22). A confesión de parte relevo de pruebas. De este párrafo se desprende a todas luces que para los supuestos “beneficiarios” dicha atención es solo una manera de obtener alguna ventaja de parte del Estado y de sus innumerables “experimentos” de corte occidental y moderno. No es una acción que ellos harían por sí mismos ni que está dentro de su forma de vida y costumbres. Queda claro que a todos los impositores les consta que es algo ajeno a la cultura de origen.

Cifras en azul, éxito total
Con respecto a la mecánica estamos ante una acción coercitiva que por supuesto no contempla para nada la voluntad de los interesados sino solo el gran objetivo final: la cifra, la única manera cómo en Occidente se entiende que se hacen las cosas. “La mortalidad materna es un buen indicador del estado de salud y de la situación de inequidad en el derecho a la maternidad segura por razones de género, etnia, poder social y económico de las mujeres.” (p 11). Como se ve el “éxito” está contemplado con datos, con cantidades, como el ganado. No interesa cuál haya sido el costo ni el cómo se haya hecho. Los organismos internacionales exigen a sus funcionarios resultados y estos solo se traducen en numerales. La presión es extrema. Imposible no recordar las épocas de esterilización forzosa y el envío “exitoso” de logros en cuanto a cantidad de mujeres “pobres” a las cuales se les eliminó, sin que lo sepan, su capacidad de procrear.

¿Va a dar a luz? ¡Enciérrenla!
Sorprende saber que a una mujer se la pueda “internar” tan fácilmente varios días o semanas en una “cárcel de nacimiento” donde se supone que no puede salir a voluntad (el informe no detalla lo más importante: cómo hacen para retenerlas, cómo resuelven su problema de sostenimiento, de abandono de hogar, del marido, de los otros hijos pequeños, etc.). Por otro lado en dicha casa se crea un ambiente artificial y artificioso supuestamente “más simpático” puesto que se eliminan las losetas por considerarlas frías e impersonales. “Las paredes de mayólica que fueron reemplazadas por madera o por pieles de origen animal para hacer el ambiente más cálido y familiar,… “ (p 22). Pero ¿esto es serio y científico? Cuando se miran las fotos no se percibe que se esté intentando darle al más pobre lo más avanzado de la ciencia actual (algo que el teórico inventor de esto no aceptaría para su esposa) sino más bien inventando un híbrido cultural al estilo hollywoodense bajo el supuesto que “eso es lo que les gusta a estas indias”. Como ya se dijo, si los más necesitados aceptan estas grandes ideas del Estado es porque ello les brinda la posibilidad de obtener una medicina occidental a la cual ellos no pueden tener acceso y que la necesitan. Flaco favor les hacen al imponerles ideas y figuras seudo tradicionales que no parten de su ideosincracia e interés.

Solo partos y yerbas
Y con respecto a esto último, sobre el concepto tradicional, el documento en cuestión ni define ni explica qué entiende por “tradicional” o por “cultural”, aunque habla mucho de ello. Se deduce entre líneas que por el simple hecho de involucrar a las parteras (tampoco explica el cómo, la logística de ello, el costo, etc.) se está actuando “interculturalmente”. Si es así entonces se parte de un clásico concepto en el que la Medicina Tradicional es solo técnicas de parto y uso de yerbas nativas (cosa que al final se confirma gracias a los largos cuadros donde se listan éstas). Fuera de dicho ámbito (que es de origen netamente positivista) Occidente no le da ninguna validez a la práctica médica no occidental en la medida en que ésta no se ajusta a lo que considera “científico”. Pensar de ese modo sigue siendo prejuicioso, desinformado y nuevamente racista, pues es fácil concluir que, el día que estas plantas sean sistematizadas por los grandes laboratorios (cosa que están haciendo) y que las técnicas rescatables de las parteras sean asimiladas por los “técnicos de salud” pues dicha Medicina Tradicional ya no será necesaria y, por lo tanto, será descartada, si no prohibida. Este futuro está cantado.

Casas de la ignorancia
Sin embargo dicha meta todavía parece estar distante por causa de los mismos técnicos de salud quienes ven en tal estrategia una obligación que va en contra de sus principios, creencias y conocimientos adquiridos en los centros de enseñanza. “En cuanto al diálogo intercultural, es preciso señalar que esta comunicación es aún asimétrica: el personal de salud, fundamentalmente el personal médico mantiene una posición jerárquica y de superioridad respecto de la medicina occidental sobre la medicina y las prácticas tradicionales para la atención del parto, y en muchos lugares se dan muestras evidentes de resistencia para la aceptación del enfoque intercultural en salud…” (p 21). Por lo tanto es obvio que no hay ninguna articulación integral, que esto se hace por hacerse sin ninguna preparación ni coordinación con el organismo educativo estatal (Ministerio de Educación) ni con las universidades para adaptar sus programas de enseñanza. Simplemente USAID pone el dinero y ello resulta una orden inmediata para las autoridades de los países subdesarrollados.

Ellos, los extraños
Con respecto a la técnica de dar a luz se propone como gran idea el empleo de la técnica vertical no occidental. «Es que ellos dan a luz en su casa en cuclillas o semisentadas y eso nosotros acá lo hacemos.” (p 35). ¿Ellos? ¿Quiénes son “ellos”? ¿Seres de otro mundo, anómalos, raros, extraños, ajenos, amenazantes? Si el lenguaje oficial mira así las cosas todo se comprende con mucha claridad. “Ellos” no son las madres o mujeres de “nuestra” comunidad civilizada, urbana y occidental; “ellos” son criaturas menores con una natural incapacidad para pensar y vivir por sí mismos. De momento que se establecen estas diferencias manifiestas es que se abren las puertas a todo tipo de “trucos” o salidas para paliar los problemas y obtener cifras. Si fuera como se dice en el texto que dicha técnica es la mejor manera de dar a luz entonces ¿por qué no se aplica primero en las grandes ciudades? “7. La mayoría de las mujeres aceptan el parto horizontal porque no conocen otra forma de dar a luz, pues el modelo biomédico del parto en posición ginecológica es sinónimo de avance científico, …” (p 77). Si es así entonces ¿por qué UNICEF no financia programas en las clínicas privadas de Lima para que esto se popularice? No puede resultar más que sospechosa tal situación. Pero al ver las fotos se nota la precariedad y el poco rigor “científico” en la aplicación de tal técnica. Se utiliza, sí, pero para solo para los “ellos”, no para los “nosotros”. Esto no puede generar más que desconfianza, algo muy similar a lo que se percibe con aquellos que pretenden ser expertos en Medicina Tradicional pero que jamás acuden a un curandero cuando se enferman, en especial los “gurús” occidentales.

Es el Estado
Más adelante, a manera de mea culpa pero solapada, el documento escondidamente reconoce quién es el responsable de las muertes de las madres y criaturas: el Estado, quien abandona a los más pobres a su suerte por considerarlos no una solución sino “un problema”. “El incremento del parto institucional debe guardar concordancia con el mejoramiento de la capacidad resolutiva de los establecimientos de salud para la atención del parto y de las complicaciones obstétricas inevitables e imprevisibles.” (p 75). Otra confesión de parte. La cosa es que a mayor abandono del Estado más muertes neonatales. De allí se comprende el porqué los países desarrollados suelen pensar que “si la pobreza es un problema ¿por qué no eliminarla?” Y la solución más fácil es botar el agua sucia de la bañera junto con el niño. De modo que tal “recomendación” es algo lírico, una frase cliché que solo sirve para rellenar y justificar lo que se sabe que jamás se va a hacer. Ello tiene que ver con una costumbre enraizada en nuestra sociedad de creer que los grandes problemas nuestros siempre serán resueltos por los organismos extranjeros pues son los únicos que se preocupan por nuestros males, de modo que nuestra ocupación debe limitarse solo a vivir y pasarla lo mejor posible. La estructura de la dependencia siempre implica una dejadez y un abandono del propio destino en manos del “benefactor”.

Parto vertical, imposición vertical
Finalmente una de las palabras más reiterativas es “horizontal”, intentando dar la impresión, por su repetición, que todo esto partiera de un supuesto diálogo y consenso entre los interesados. “El diálogo y la comunicación horizontal son factores determinantes para promover el empoderamiento de las mujeres y la revaloración de su derecho a la salud, …” (p 71). Pero nada más lejos de la verdad puesto que desde un principio es tácito que el documento establece que esta es una medida impuesta desde arriba, algo traído no se sabe de dónde pero que se supone que es “exitosa” y que el poblador, ignorante él, debe aceptar sin chistar. Es un maná que cae del cielo y el cual hay que agradecer de rodillas por haber sido arrojado aquí; gracias a él las mujeres y los niños sobrevivirán y eso es lo único que cuenta. Esto es algo muy similar a lo que se ve cuando se visitan las granjas de pollos y cerdos donde, por su bien, se les encierra y alimenta balanceadamente dando a luz hermosas crías que, sin tal asistencia, morirían. Lo cierto es que si realmente se quisiera revalorar su derecho a la salud, como se dice, pues lo primero que habría que hacer es ir y preguntarles porqué ocurren esas muertes (cosa que no se menciona en absoluto), qué condiciones están dándose para ocurra ello, cuáles a criterio de ellas serían las medidas a tomarse y un largo etcétera que pasa, cómo no, por una regulación del mercado y de las grandes transnacionales que, debido a su presencia, son las principales responsables de la incapacidad del campo y del ganado para sostener dignamente la forma de vida ancestral de dichos pueblos, asunto que incluye su medicina y una forma segura de parir con baja mortalidad y no más alta que la que se da en todas partes. Sin embargo eso no se quiere tocar; solo se busca paliar, aminorar un poco el drama pero sin mencionar nunca que la deficitaria alimentación y falta de organización, producto de una sociedad dominada e injusta, es la principal y primera causante de la cantidad de muertes neonatales, no así la incapacidad de las parteras para atender las emergencias ni la “lejanía” de los hospitales.

Conclusión
Las Casas de Espera son un mecanismo inconsulto y carente de rigor científico impuesto por Estados Unidos a través de UNICEF y USAID para disminuir, en países poco desarrollados, las cifras de muertes neonatales beneficiando con ello a gobiernos aliados al proporcionarles resultados positivos a cambio de ventajas en intereses geoestratégicos.

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