viernes, 6 de julio de 2012

A propósito del "bosón Higgs": ¿qué nos espera con esta algarabía científica?


Al margen de la poca claridad de los datos del CERN (quien oficialmente dice sobre la partícula descubierta que ella está "... vinculada al bosón de Higgs..." y no que lo sea), fuera de lo sospechoso de toda esta secuencia casi de libreto —donde se gastan miles de millones para encontrar lo que se dijo que se iba a buscar (o sea, desde un principio se veía que "algo exitoso se iba a lograr" puesto que nadie invierte tanto dinero por nada)— lo que realmente nos resulta preocupante "al resto de la humanidad" es toda la parafernalia mediática de exaltación hacia la física de la cual la ciencia se cuelga porque dicha rama es la única que tiene la fuerza para "demostrar sus aciertos" mientras que las otras navegan aún en la incertidumbre.

¿Qué van a hacer las grandes potencias occidentales con todas estas fuerzas internas de la naturaleza que supuestamente patentarán y controlarán? Aquí el asunto sale del campo del laboratorio para pasar al filosófico y, por supuesto, al político. La demostración más palpable de que el problema de Frankestein no era un simple terror pueblerino producto de la ignorancia ha sido el proyecto Alamogordo, en Estados Unidos. Este consistió en una investigación y desarrollo científico que involucró a más de cinco mil personas manteniéndose esto en total secreto (cosa que, de paso, demostró que las llamadas "Teorías de la conspiración" no son tan desquiciadas como algunos piensan). En él participaron un centenar de científicos de los más prestigiados del planeta con el único fin de producir el arma más fantástica jamás conocida: la bomba atómica.

El poder mundial arrastró a las mentes más brillantes a ponerse al servicio de una potencia (al margen de quiénes eran "los buenos" y "los malos" pues eso depende de quién gane la guerra) entregando estos todos sus conocimientos en pro de la destrucción descontrolada e indiscriminada (pues esta bomba no solo mata humanos sino también a la vida). Por más que uno de sus responsables, el casi santo Albert Einstein, haya escrito cartas conmovedoras lamentando sus propios aportes a dicha “obra” eso no elimina su responsabilidad en el asunto (aunque la prensa sionista intente construirle una imagen casi inhumana, de semidios). Lo mismo para los otros señores Fermi y Oppenheimer, quienes no pudieron argumentar que "no sabían para qué la querían ni lo que estaban haciendo". Esto recuerda la anécdota de aquel rey a quien le enseñaron un invento, la ametralladora, la cual rechazó entre insultos por considerarla inmoral, lo que le acarreó a la larga la pérdida de su señorío. 

¿Qué piensa hacer entonces Occidente con sus "descubrimientos" sobre el comportamiento de las partículas: eliminar el hambre del mundo, suprimir las desigualdades, respetar al planeta, a la naturaleza y a la vida, incluyendo a las mismas partículas que hace explotar en su acelerador? Creer que hará esto sería caer en una inocencia supina. Todos conocemos bien el historial completo, no solo del actual imperio, sino de la misma humanidad, y sabemos perfectamente cuál es la primera utilización de todo "descubrimiento" humano: la muerte del prójimo. Y conocemos también que los científicos pueden saber mucho de ciencia pero que son incapaces de resistirse a las tentaciones y amenazas del poder para entregar (o "devolver") el conocimiento recibido a través de las fundaciones y becas.     

De modo que la alegría de saltaperico que demuestran algunos por este caso es similar a la que sintieron los otros en el desierto de Arizona cuando vieron la enorme nube que se formaba en el horizonte. ¿Eran conscientes estos señores de lo que estaban haciendo? Los defensores de la ciencia dicen que no, que ellos estaban siendo "manipulados" (los pobres) por perversas mentes políticas, algo que es francamente muy cuestionable. Es comprensible que ante esto salgan muchos con la espada desenvainada a justificar que "la ciencia no tiene la culpa de lo que el hombre haga con ella", como si dicho constructo etéreo ("ciencia") fuera un ser independiente del ser humano y que surgiera de la diestra de Dios Padre para el bien del Universo. La ciencia es más bien un esfuerzo con una finalidad específica: dominar (que en la modernidad se traduce como "negocio") y no se le conoce otro usufructo. Nadie hace ciencia solo para ver "qué pasa" o decir "qué lindo vuela el avión". Afirmar eso es apelar a los libros de secundaria contemporánea donde la evaluación sensata ha sido expulsada para dejar únicamente el dogma, o sea, la absoluta e incuestionable verdad de la ciencia (cualquier parecido con la religión durante el Medioevo europeo es pura coincidencia).

Ya una vez escribí enfáticamente que en ningún lado (ni en Internet) existía algún tipo de información que explicara realmente cuál era la verdadera finalidad del CERN (claro, ni que fueran tan torpes para ponerlo). Lo único que se lee es una retahíla de eufemismos más apropiados para un grupo de ingenuos que para gente adulta ("el conocimiento de la naturaleza", "el avance de la ciencia", "para el bien de la humanidad" y todo lo que suena a discurso de candidato). Particularmente desconozco porqué han invertido nueve mil millones en esa máquina (¿solo para ver llorar a Higgs?)  pero dudo que haya sido para tan emocionada expresión de un anglosajón. Que lo que allí estén descubriendo (que no es lo mismo que lo que dicen a la prensa) tenga alguna finalidad altruista (como cuando los norteamericanos llegaron a la Luna "solo por amor al conocimiento") me parece risible. ¿Resistirán las autoridades del acelerador la tentación de emplear los descubrimientos para lo que ya sabemos que usan siempre (como es el caso de los drones, tan efectivos hoy en día)? Dado el expertís y la línea de carrera de los que han puesto el dinero lo más probable es que no (salvo que haya habido algún milagro desconocido y que Occidente hoy sea una institución de beneficencia). Que ellos repitan como aquel rey "esto es inmoral" lo veo totalmente improbable.

¿Y qué parte les compete a los científicos que se prestan al juego de "no soy responsable del uso que hagan con lo que descubro, aunque lo que descubro significa tener todo el poder"? No estoy en capacidad de juzgarlo, pero sí me es posible opinar filosóficamente sobre ello e intentar llamar la atención a todos los que se olvidan que la razón también produce monstruos, más terribles y mortíferos que todas las religiones juntas (esto producto de un recuento de las víctimas de la fe versus las de las máquinas creadas por los científicos, donde éstas últimas ganan por goleada —y basta solo con citar las más recientes: las de Viet Nam y su naplam y las de Irak y sus cabezas con uranio enriquecido, unos cinco millones de seres humanos aproximadamente, cifra inalcanzable para los fanáticos de los libros sagrados de todos los tiempos).

De modo que vayamos tranquilos. No sabemos aún en qué va a terminar esta novela llamada "bosón de Dios" pero no hay que ser muy inteligentes para especular sobre su futura finalidad (aunque lo que seguramente dirán sus seguidores es "la salud, la tecnología en las comunicaciones y los otros grandes beneficios"). Claro, nunca van a mencionar que todas esas maravillas se han probado en los campos militares (por ejemplo, las medicinas para curar a los ejércitos invasores, la Internet para proteger a Estados Unidos de una posible falla del cerebro central de defensa).

Y una reflexión final: conseguir un poder, un conocimiento, puede ser un éxito de la curiosidad humana, pero desligar esto de su aplicación es distorsionar el juicio y culpar a la piedra del golpe; el causante siempre es la mano que la arrojó. La intramateria no puede ser la autora de los efectos devastadores que tiene entre los hombres. Es el doctor Frankestein quien está obligado a evaluar previamente qué va a pasar cuando su invento llegue a las manos de los poderosos y cuando los afectados (los más pobres, débiles, niños y enfermos) sufran las terribles consecuencias de ello.


Muchas gracias.

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