Al margen de la poca claridad
de los datos del CERN (quien oficialmente dice sobre la partícula descubierta que
ella está "... vinculada al bosón de Higgs..." y no que
lo sea), fuera de lo sospechoso de toda esta secuencia casi de libreto —donde
se gastan miles de millones para encontrar lo que se dijo que se iba a buscar
(o sea, desde un principio se veía que "algo exitoso se iba a lograr"
puesto que nadie invierte tanto dinero por nada)— lo que realmente nos resulta
preocupante "al resto de la humanidad" es toda la parafernalia
mediática de exaltación hacia la física de la cual la ciencia se cuelga porque dicha
rama es la única que tiene la fuerza para "demostrar sus aciertos"
mientras que las otras navegan aún en la incertidumbre.
¿Qué van a hacer las
grandes potencias occidentales con todas estas fuerzas internas de la
naturaleza que supuestamente patentarán y controlarán? Aquí el asunto sale
del campo del laboratorio para pasar al filosófico y, por supuesto, al
político. La demostración más palpable de que el problema de Frankestein
no era un simple terror pueblerino producto de la ignorancia ha sido el
proyecto Alamogordo, en Estados Unidos. Este consistió en una investigación y
desarrollo científico que involucró a más de cinco mil personas manteniéndose esto
en total secreto (cosa que, de paso, demostró que las llamadas "Teorías de
la conspiración" no son tan desquiciadas como algunos piensan). En él
participaron un centenar de científicos de los más prestigiados del planeta con
el único fin de producir el arma más fantástica jamás conocida: la bomba atómica.
El poder mundial arrastró a las mentes más brillantes a ponerse al
servicio de una potencia (al margen de quiénes eran "los buenos" y
"los malos" pues eso depende de quién gane la guerra) entregando
estos todos sus conocimientos en pro de la destrucción descontrolada e
indiscriminada (pues esta bomba no solo mata humanos sino también a la vida).
Por más que uno de sus responsables, el casi santo Albert Einstein, haya
escrito cartas conmovedoras lamentando sus propios aportes a dicha “obra” eso
no elimina su responsabilidad en el asunto (aunque la prensa sionista intente
construirle una imagen casi inhumana, de semidios). Lo mismo para los otros
señores Fermi y Oppenheimer, quienes no pudieron argumentar que "no sabían
para qué la querían ni lo que estaban haciendo". Esto recuerda la
anécdota de aquel rey a quien le enseñaron un invento, la ametralladora, la
cual rechazó entre insultos por considerarla inmoral, lo que le acarreó a la
larga la pérdida de su señorío.
¿Qué piensa hacer entonces
Occidente con sus "descubrimientos" sobre el comportamiento de las
partículas: eliminar el hambre del mundo, suprimir las desigualdades, respetar
al planeta, a la naturaleza y a la vida, incluyendo a las mismas partículas que
hace explotar en su acelerador? Creer que hará esto sería caer en una inocencia supina. Todos
conocemos bien el historial completo, no solo del actual imperio, sino de la misma
humanidad, y sabemos perfectamente cuál es la primera utilización de todo
"descubrimiento" humano: la muerte del prójimo. Y conocemos también que
los científicos pueden saber mucho de ciencia pero que son incapaces de
resistirse a las tentaciones y amenazas del poder para entregar (o
"devolver") el conocimiento recibido a través de las fundaciones y
becas.
De modo que la alegría
de saltaperico que demuestran algunos por este caso es similar a la que
sintieron los otros en el desierto de Arizona cuando vieron la enorme nube que
se formaba en el horizonte. ¿Eran conscientes estos señores de lo que estaban
haciendo? Los defensores de la ciencia dicen que no, que ellos estaban siendo
"manipulados" (los pobres) por perversas mentes políticas, algo que es
francamente muy cuestionable. Es comprensible que ante esto salgan muchos con
la espada desenvainada a justificar que "la ciencia no tiene la culpa de
lo que el hombre haga con ella", como si dicho constructo etéreo
("ciencia") fuera un ser independiente del ser humano y que surgiera
de la diestra de Dios Padre para el bien del Universo. La ciencia es más bien
un esfuerzo con una finalidad específica: dominar (que en la modernidad se
traduce como "negocio") y no se le conoce otro usufructo. Nadie hace
ciencia solo para ver "qué pasa" o decir "qué lindo vuela el
avión". Afirmar eso es apelar a los libros de secundaria contemporánea
donde la evaluación sensata ha sido expulsada para dejar únicamente
el dogma, o sea, la absoluta e incuestionable verdad de la ciencia (cualquier
parecido con la religión durante el Medioevo europeo es pura coincidencia).
Ya una vez escribí
enfáticamente que en ningún lado (ni en Internet) existía algún tipo de
información que explicara realmente cuál era la verdadera finalidad del CERN
(claro, ni que fueran tan torpes para ponerlo). Lo único que se lee es una retahíla de
eufemismos más apropiados para un grupo de ingenuos que para gente adulta
("el conocimiento de la naturaleza", "el avance de la
ciencia", "para el bien de la humanidad" y todo lo que suena a
discurso de candidato). Particularmente desconozco porqué han invertido nueve
mil millones en esa máquina (¿solo para ver llorar a Higgs?) pero dudo
que haya sido para tan emocionada expresión de un anglosajón. Que lo que allí
estén descubriendo (que no es lo mismo que lo que dicen a la prensa) tenga alguna
finalidad altruista (como cuando los norteamericanos llegaron a la Luna
"solo por amor al conocimiento") me parece risible. ¿Resistirán las
autoridades del acelerador la tentación de emplear los descubrimientos para lo
que ya sabemos que usan siempre (como es el caso de los drones, tan efectivos hoy
en día)? Dado el expertís y la línea de carrera de los que han puesto el dinero
lo más probable es que no (salvo que haya habido algún milagro desconocido y
que Occidente hoy sea una institución de beneficencia). Que ellos repitan como
aquel rey "esto es inmoral" lo veo totalmente improbable.
¿Y qué parte les compete a los científicos que se
prestan al juego de "no soy responsable del uso que hagan con lo que
descubro, aunque lo que descubro significa tener todo el poder"? No estoy en capacidad de juzgarlo, pero sí me es posible opinar filosóficamente sobre ello e intentar llamar la atención a todos los que se olvidan que la razón también produce
monstruos, más terribles y mortíferos que todas las religiones juntas (esto
producto de un recuento de las víctimas de la fe versus las de las máquinas
creadas por los científicos, donde éstas últimas ganan por goleada —y basta
solo con citar las más recientes: las de Viet Nam y su naplam y las de Irak y
sus cabezas con uranio enriquecido, unos cinco millones de seres humanos
aproximadamente, cifra inalcanzable para los fanáticos de los libros sagrados
de todos los tiempos).
De modo que vayamos
tranquilos. No sabemos aún en qué va a terminar esta novela llamada "bosón
de Dios" pero no hay que ser muy inteligentes para especular sobre su futura finalidad (aunque lo que seguramente dirán sus seguidores es "la salud,
la tecnología en las comunicaciones y los otros grandes beneficios").
Claro, nunca van a mencionar que todas esas maravillas se han probado en los campos militares (por ejemplo, las medicinas para curar a los
ejércitos invasores, la Internet para proteger a Estados Unidos de una posible
falla del cerebro central de defensa).
Y una reflexión final: conseguir un poder, un
conocimiento, puede ser un éxito de la curiosidad humana, pero desligar esto de
su aplicación es distorsionar el juicio y culpar a la piedra del golpe; el causante
siempre es la mano que la arrojó. La intramateria no puede ser la autora de los
efectos devastadores que tiene entre los hombres. Es el doctor Frankestein
quien está obligado a evaluar previamente qué va a pasar cuando su invento llegue a las
manos de los poderosos y cuando los afectados (los más pobres, débiles, niños y
enfermos) sufran las terribles consecuencias de ello.
Muchas
gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario