jueves, 6 de agosto de 2009

Si me conviene, estoy de acuerdo


La noticia es estremecedora. Dice así: “El Gobierno del Reino Unido está a punto de gastar 700 millones de dólares en la instalación de cámaras de vigilancia dentro de las casas privadas de sus ciudadanos para garantizar que los niños vayan a la cama a tiempo, asistan a la escuela y coman su comida adecuadamente.” Quiere decir que el horror que toda la vida se le endilgó a la desparecida URSS de ser una sociedad controlista estaba acá, en el corazón del Capitalismo.

Continúa la información: “Si estos programas llegan a buen término y son aplicados a escala masiva el vasto alcance de la representación de una sociedad totalitaria preconizada por George Orwell en su clásica novela 1984 se habrá alcanzado. http://movimientoantinwo.wordpress.com/2009/08/05/gobierno-britanico-instalara-camaras-en-domicilios-privados/

El pragmatismo en su máxima expresión

Esto obviamente nos suscita varias reflexiones. ¿Hasta dónde el ser humano puede resignar sus ideas y sus derechos en pro de tener “protección”? ¿Será que la moral pragmática y utilitaria finalmente es la que se va a imponer en el mundo? Porque en última instancia el pensamiento que hoy prima es el “si eso me favorece, entonces estoy de acuerdo”. De nada sirven las razones ni los principios o valores morales y éticos. Eso forma parte ya de una época pasada. Lo único que cuenta ahora es “qué gano yo con lo que pasa”. Si ocurre una matanza en algún lugar del planeta y eso hace subir mis acciones o le da más seguridad a mis ahorros pues enhorabuena: que sigan las matanzas.

Somos esclavos por nuestro bien

La actitud del pueblo norteamericano después de los no aclarados hasta ahora “atentados del 11 de setiembre” fue la de: “hagan algo con tal de darme seguridad”. Y lo hicieron, pues los primeros perjudicados no fueron los afganos sino los mismos ciudadanos estadounidenses quienes entregaron sus libertades individuales al gobierno para que este los “vigile por su bien”. Y por su bien hoy son investigados y desnudados cuantas veces sea necesario. Por su bien su gobierno ha decidido ponerles a ellos mismos cadenas para seguir sus movimientos por donde vayan. Por su bien se invaden países y se asesinan niños en todos los continentes. Todo lo que pasa es por su bien, por su seguridad, para calmar sus temores.

El que no es feliz es terrorista

Hoy esta actitud es la que prima en todas las sociedades del mundo, donde se ve a las clases altas sustentar su dominio con la acusación de terrorismo a quienquiera que las cuestione. Todo aquel que manifieste algún tipo de oposición o una simple queja es mirado como un posible terrorista, alguien que quiere atentar contra el sistema. Lo cierto es que toda idea acerca de cómo debería ser el ser humano ha quedado reducida a la simple supervivencia: el ser humano es un ser que trata de sobrevivir por excelencia; esa es la definición imperante. Estamos entonces en la ley de la selva, en la lucha por la subsistencia planteada por Darwin y seguida al pie de la letra por la Sociedad de Mercado, feliz por la “coincidencia” con sus ideas acerca del hombre como un ser de necesidades que hay que satisfacer.

El “mundo feliz”

Nos encontramos, gracias a la tecnología, cada vez más cerca de la pesadilla que creíamos solo era posible de parte de “el enemigo natural” que eran los perversos comunistas. Pronto las personas no usarán los incómodos y extraviables Documentos de Identidad sino los prácticos y sencillos chips, insertados en la piel, para que, vayamos por donde vayamos, siempre el ojo del “Estado Bueno y Benefactor” nos vea y evite que cometamos alguna falta “contra nuestra seguridad”. Es el mundo feliz de Huxley que se acerca a pasos agigantados. Será la sociedad perfecta donde todo estará programado y tendrá su lugar y su porqué. Y todo dirigido diligentemente por un grupo de comerciantes quienes serán los que indiquen cómo deben ser los mercados y qué tipo de consumo se hará en ellos.

Es la hora de la filosofía

¿Habrá algún camino de salvación? Siempre lo hay, pero pasa por las ideas, por donde nacen nuestras creencias acerca de las cosas y de quiénes somos. Es entonces la hora de la filosofía. Ella es la única que tiene la capacidad de entender y de plantear nuevos horizontes. El ser humano, antes que al arma, responde a lo que piensa, a lo que cree, a lo que teme y a lo que le da la tranquilidad. La filosofía tendrá que crear un mundo nuevo hacia el cual se pueda dirigir el hombre para librarse de esta esencia del mal que hoy campea más que nunca. Tal parece que las predicciones cristianas sobre la llegada del Anticristo y su gobierno de mil años se hubieran hecho realidad. La maldad, esa crueldad fría y calculadora que asesina racional y mecánicamente por cuestiones de cifras, está hoy dominando y haciendo el mundo a su imagen y semejanza. Es ya hora que los filósofos despierten de su letargo idiomático y académico antes que todo acabe en manos de estos monstruos.

Recordando la novela

El siguiente pasaje está contenido en el 1984 de Orwell: “La telecámara recibe y transmite simultáneamente. Cualquier sonido que hiciera Winston, por encima del nivel de un susurro muy bajo, sería recogido por ella, además, siempre que permanecía en el campo de visión de la placa de mando, podía ser visto como también escuchado. Por supuesto que no bahía manera de saber si es que era observado en cualquier momento. Cuan a menudo, o en de que forma, la Policía del Pensamiento se enchufaba en cualquier “cable de conjetura” del individuo. Era incluso concebible que miraran a todos todo el tiempo. Pero de cualquier manera ellos podían enchufar tu cable cuando quisieran. Tenías que vivir – vivir desde el habito que se convirtió en instinto- en la concepción de que cada sonido que emitías era oído por casualidad e, incluso en la oscuridad, cada movimiento era estudiado.”

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