miércoles, 26 de agosto de 2009

La libertad vuelve a tocar las puertas del ser humano


Existen épocas en la historia humana en que una verdad oficial se impone y se convierte en una prisión del pensamiento. Esta verdad afirma que ya todo se sabe y que todo está en su lugar; que no puede haber otra forma de vida mejor que la que se tiene. Y así la gente durante mucho tiempo vive esperanzada en que esto es así, pues el pueblo siempre quiere creer en sus líderes. Necesita tener fe en ellos porque si no la vida humana no tendría sentido; sería tan solo una supervivencia que nos ocasionaría más angustias de las que ya tenemos, pues lo que queremos es ser seres humanos y no animales.

Pero esto no dura para siempre. Tarde o temprano las promesas de llegar a conocer las respuestas a las preguntas más importantes de nuestra existencia (el porqué de todo) se vuelven primero vanas ilusiones, luego incredulidad y finalmente falsedades. Así ha ocurrido desde el principio de los tiempos y eso es lo que ha decidido el destino de todas las sociedades que han existido. Toda cultura se sustenta en un conjunto de verdades y de promesas que funcionan de amalgama para que los hombres que las conforman sigan ligados a ellas. Pero estas a la larga se demuestran que no son ciertas, que lo que proponen son solo unas ideas más puestas en duda y que, en consecuencia, ya no atraen, por lo que la gente que antes creía en ellas comienza a disgregarse en la búsqueda de nuevas promesas y nuevas formas de verdad que sean, en lo posible, opuestas a las anteriores.

La Modernidad y su promesa

La Modernidad surgió en Europa como una alternativa a la Edad Media en la que su verdad, y lo que prometía, se habían vuelto una condena esclavizante. Se dijo que con la ciencia el ser humano alcanzaría el conocimiento verdadero y que ello lo llevaría a la solución de todos sus problemas, empezando por el de su razón de ser. Desde el principio todo pareció ser cierto; incluso se eliminaron muchas terribles enfermedades que eran el terror de los tiempos y hasta se elaboró una idea acerca de nuestro origen que pareció ser la respuesta final a nuestras dudas. Con este esquema de vida Occidente dominó al mundo y lo impuso a todos los pueblos de la Tierra. Hoy casi no hay ninguno que no comparta estas creencias. Sin embargo, así como despertaron el entusiasmo, ahora provocan un gran rechazo.

La vigilia de la razón también crea monstruos

Sucede que recién ahora conocemos la otra cara de la moneda y ya son percibibles sus aspectos negativos. Podemos comprobar cada vez más fehacientemente que la Modernidad, así como implica el conocimiento interno de la materia y su transformación de acuerdo con la voluntad del hombre, también conlleva la destrucción de la naturaleza, rompiéndose la cadena de la vida y, con ella, la existencia del ser humano. En suma de cuentas, es buena para unas cosas pero es mucho peor para otras. Nunca los hombres habíamos llegado a poner en peligro nuestra propia casa. Es por eso que hoy esa Modernidad provoca espanto y negación, porque por cada invento que nos maravilla sabemos que el costo real de ese aparato será nuestra salud y nuestra vida. Nos sentimos prisioneros de nuestra propia creación y hemos llegado a un punto que pareciera que no la podemos controlar. La Sociedad de Mercado se afianza sin reparos y sin control y sin que podamos impedirlo pues “nada puede detener el progreso”. Estamos en una nueva cárcel de la cual pareciera que no podemos salir. Pero sí hay una salida.

Hacia un nuevo mundo

Cuando las esperanzas y promesas de vivir en un mundo mejor se convierten en una cadena que no es posible romper aparecen las ideas liberadoras, aquellas que proponen nuevas promesas de hallar una forma de vida libre, feliz y donde no existan las injusticias. Se trata del nacimiento de una nueva filosofía que a su vez desencadena una nueva sociedad, la cual tiene por misión, en un principio, negar a la anterior y calificarla de malvada, perversa y despreciable, procurando eliminar todo vestigio de ella, para dar paso luego a la construcción de otra que llega cargada de sueños y de buena voluntad, dispuesta a responder, ahora sí, a todas las preguntas que el ser humano ha tenido desde siempre. Actualmente estamos en ese momento, en el que cada vez suena con más fuerza el deseo de encontrar aquel nuevo mundo que no destruya a la naturaleza pero que nos haga vivir mejor. Un mundo que no sea un mercado donde todo no es más que una cosa que se compra y se vende, donde se pueda compartir con los animales, las plantas e incluso con la materia, encontrando de este modo un equilibrio sano y hermoso; un mundo donde no haya que destruir nada para lograr nada, donde nadie que sea más inteligente se convierta en el amo de nadie, donde todos podamos vivir en paz en vez de vivir en competencia por lograr más y obtener grandiosos resultados.

Es la hora de los filósofos

Esta es tarea, entonces, de filósofos, de los verdaderos (no de los que estudian la carrera en una universidad y se convierten en profesores) quienes hoy deben estar más atareados que nunca exprimiendo sus cerebros e imaginación para lograr definir y describir ese mundo al cual todos deberíamos aspirar a partir de ahora. Aún no sabemos cuál será, pero de lo que sí estamos seguros es que derribará al actual por muy fuerte y armado que éste parezca. Los grandes imperios nunca han sido derrotados por las armas; todos se cayeron sobre sí mismos por el peso de la desilusión que provocaron en sus pueblos. Fueron eficientes en dominar y ser fuertes, pero fracasaron en responderle al hombre sus más profundas ansiedades e inquietudes que no eran el trabajar, comer y dormir. La vida humana siempre será algo más que su simple sobrevivencia y ese es el arte de crear nuevas promesas, las cuales son soluciones integrales que abarcan todos los aspectos del drama humano y no solo su manera de subsistir. Recibamos, entonces, con alegría y entusiasmo, esos nuevos mensajes que nos darán una vez más la libertad.

jueves, 6 de agosto de 2009

Si me conviene, estoy de acuerdo


La noticia es estremecedora. Dice así: “El Gobierno del Reino Unido está a punto de gastar 700 millones de dólares en la instalación de cámaras de vigilancia dentro de las casas privadas de sus ciudadanos para garantizar que los niños vayan a la cama a tiempo, asistan a la escuela y coman su comida adecuadamente.” Quiere decir que el horror que toda la vida se le endilgó a la desparecida URSS de ser una sociedad controlista estaba acá, en el corazón del Capitalismo.

Continúa la información: “Si estos programas llegan a buen término y son aplicados a escala masiva el vasto alcance de la representación de una sociedad totalitaria preconizada por George Orwell en su clásica novela 1984 se habrá alcanzado. http://movimientoantinwo.wordpress.com/2009/08/05/gobierno-britanico-instalara-camaras-en-domicilios-privados/

El pragmatismo en su máxima expresión

Esto obviamente nos suscita varias reflexiones. ¿Hasta dónde el ser humano puede resignar sus ideas y sus derechos en pro de tener “protección”? ¿Será que la moral pragmática y utilitaria finalmente es la que se va a imponer en el mundo? Porque en última instancia el pensamiento que hoy prima es el “si eso me favorece, entonces estoy de acuerdo”. De nada sirven las razones ni los principios o valores morales y éticos. Eso forma parte ya de una época pasada. Lo único que cuenta ahora es “qué gano yo con lo que pasa”. Si ocurre una matanza en algún lugar del planeta y eso hace subir mis acciones o le da más seguridad a mis ahorros pues enhorabuena: que sigan las matanzas.

Somos esclavos por nuestro bien

La actitud del pueblo norteamericano después de los no aclarados hasta ahora “atentados del 11 de setiembre” fue la de: “hagan algo con tal de darme seguridad”. Y lo hicieron, pues los primeros perjudicados no fueron los afganos sino los mismos ciudadanos estadounidenses quienes entregaron sus libertades individuales al gobierno para que este los “vigile por su bien”. Y por su bien hoy son investigados y desnudados cuantas veces sea necesario. Por su bien su gobierno ha decidido ponerles a ellos mismos cadenas para seguir sus movimientos por donde vayan. Por su bien se invaden países y se asesinan niños en todos los continentes. Todo lo que pasa es por su bien, por su seguridad, para calmar sus temores.

El que no es feliz es terrorista

Hoy esta actitud es la que prima en todas las sociedades del mundo, donde se ve a las clases altas sustentar su dominio con la acusación de terrorismo a quienquiera que las cuestione. Todo aquel que manifieste algún tipo de oposición o una simple queja es mirado como un posible terrorista, alguien que quiere atentar contra el sistema. Lo cierto es que toda idea acerca de cómo debería ser el ser humano ha quedado reducida a la simple supervivencia: el ser humano es un ser que trata de sobrevivir por excelencia; esa es la definición imperante. Estamos entonces en la ley de la selva, en la lucha por la subsistencia planteada por Darwin y seguida al pie de la letra por la Sociedad de Mercado, feliz por la “coincidencia” con sus ideas acerca del hombre como un ser de necesidades que hay que satisfacer.

El “mundo feliz”

Nos encontramos, gracias a la tecnología, cada vez más cerca de la pesadilla que creíamos solo era posible de parte de “el enemigo natural” que eran los perversos comunistas. Pronto las personas no usarán los incómodos y extraviables Documentos de Identidad sino los prácticos y sencillos chips, insertados en la piel, para que, vayamos por donde vayamos, siempre el ojo del “Estado Bueno y Benefactor” nos vea y evite que cometamos alguna falta “contra nuestra seguridad”. Es el mundo feliz de Huxley que se acerca a pasos agigantados. Será la sociedad perfecta donde todo estará programado y tendrá su lugar y su porqué. Y todo dirigido diligentemente por un grupo de comerciantes quienes serán los que indiquen cómo deben ser los mercados y qué tipo de consumo se hará en ellos.

Es la hora de la filosofía

¿Habrá algún camino de salvación? Siempre lo hay, pero pasa por las ideas, por donde nacen nuestras creencias acerca de las cosas y de quiénes somos. Es entonces la hora de la filosofía. Ella es la única que tiene la capacidad de entender y de plantear nuevos horizontes. El ser humano, antes que al arma, responde a lo que piensa, a lo que cree, a lo que teme y a lo que le da la tranquilidad. La filosofía tendrá que crear un mundo nuevo hacia el cual se pueda dirigir el hombre para librarse de esta esencia del mal que hoy campea más que nunca. Tal parece que las predicciones cristianas sobre la llegada del Anticristo y su gobierno de mil años se hubieran hecho realidad. La maldad, esa crueldad fría y calculadora que asesina racional y mecánicamente por cuestiones de cifras, está hoy dominando y haciendo el mundo a su imagen y semejanza. Es ya hora que los filósofos despierten de su letargo idiomático y académico antes que todo acabe en manos de estos monstruos.

Recordando la novela

El siguiente pasaje está contenido en el 1984 de Orwell: “La telecámara recibe y transmite simultáneamente. Cualquier sonido que hiciera Winston, por encima del nivel de un susurro muy bajo, sería recogido por ella, además, siempre que permanecía en el campo de visión de la placa de mando, podía ser visto como también escuchado. Por supuesto que no bahía manera de saber si es que era observado en cualquier momento. Cuan a menudo, o en de que forma, la Policía del Pensamiento se enchufaba en cualquier “cable de conjetura” del individuo. Era incluso concebible que miraran a todos todo el tiempo. Pero de cualquier manera ellos podían enchufar tu cable cuando quisieran. Tenías que vivir – vivir desde el habito que se convirtió en instinto- en la concepción de que cada sonido que emitías era oído por casualidad e, incluso en la oscuridad, cada movimiento era estudiado.”

martes, 4 de agosto de 2009

China diabla, chola fea


Hace poco se suscitó un extraño problema entre Perú y Bolivia a raíz del uso de la reina de belleza peruana de un traje relacionado con la diablada. Resulta que Bolivia acusó al Perú de emplear un atuendo que era típico de Bolivia y no del Perú. Esto levantó polvo tanto por lo llamativa de la acusación como por las tensas relaciones que ambos países tienen debido a sus distintos modelos de desarrollo que cada uno quiere implantar.
Pero el problema que queremos comentar no es tanto sobre lo atinado o no del traje que usó la "reina" peruana (pues todos los que tenemos un poco de cultura sabemos que el mundo andino atraviesa las fronteras de las actuales repúblicas) sino más bien sobre algo en lo que ahora nadie repara: por qué tenemos que elegir a las personas que nos representan internacionalmente dentro de los biotipos "blancos".

Perú país de rubios
Siempre me resultó gracioso ver en los concursos de belleza (entendiendo éstos como que existe un biotipo oficial de “belleza”) cómo ciertos países africanos (como por ejemplo la antigua Sudáfrica) y algunos sudamericanos (como Bolivia y Perú) eran representados por mujeres "rubias de ojos azules y de apellidos extranjeros". Tenemos los casos de Gladys Zender, Jacqueline Graham Fletchelle o Madeleine Hartog-Bel. En el caso nuestro sabemos que es así porque siempre hemos perseguido un imaginario tipo racial y social al estilo occidental, cosa que no lo somos pero quisiéramos serlo.

Los blancos no son racistas
Esto se llama obviamente "complejo de inferioridad" o deseo de ser aquello que no se es. El 99% de nuestro país es mestizo pero no lo queremos aceptar. Prueba de ello es la televisión: para ingresar a ella, sea como presentador o como modelo de comerciales, hay que ser "aquel blanco que todos queremos ser". Lo digo porque trabajé durante 20 años en el mundo de la publicidad y allí se aprende mucho del racismo inveterado y silencioso que existe entre nosotros (y que además sumamente hipócrita, como cuando todos decimos -en el balneario que ya conocemos- "aquí todos somos cholos mi hermano").

Las cholas no tienen buenas medidas
¿Por qué nuestras reinas de belleza nunca son andinas, cholitas de 1.60 mt de estatura, rechonchas, de pelo negro y de apellido Quispe? ¿Por qué para decir que "aquí no hay discriminación racial" siempre se escoge a "una negrita" y con eso estamos contentos (tal como se hace en los comerciales, donde los cholos solo salen para burlarse de ellos o para la propaganda de las postas de salud). Dicen que es por las tallas y por los trajes, etc. Pero ¿por qué eso no amilana a Japón y siempre mandan a una japonesa de tipo japonés? ¿Por qué no usan esa misma lógica otras naciones como las de Oceanía, donde todas son bajitas y regordetas?

Ser blanco es ser superior
El actual gobierno, con tal de vender su ya gastada y sesentera idea de modernidad, asocia a este concepto con "occidental y blanco", por eso se llena de asesores y técnicos que provienen de las clases altas quienes suelen ser casi todos de ese tipo racial (que en el Perú significa: si soy blanco soy de la clase alta y pienso como tal). ¿No existen en las universidades estatales o de provincias "cholitos" brillantes que, si bien no han estudiado su postgrado en Harvard, son capaces de asumir los cargos con eficiencia?

Sigan al blanco
Los casos de Malpartida y Mulánovich son ejemplares (además de muchos otros) puesto que se las eleva a la categoría de "peruanas modelo" sin darse cuenta que están poniendo como parámetros de "éxito" a quienes tienen el estereotipo blanco de origen social alto. Eso indica claramente que en el Perú se sigue deseando ser lo que no se es (occidental) y se sigue rechazando como realmente se es (cholo) con la idea errada que la piel o la raza nos convierte en "más desarrollados o menos desarrollados". Los hechos de Bagua demostraron claramente esta triste verdad ("esas razas no son peruanas").

Cholo es cholo
Toda mi vida (desde mi lejano San Isidro infantil) he escuchado la eterna monserga de que “aquí el que no tiene de inga tiene de mandinga” y que todos somos peruanos, y que hablar de razas es dividirnos, que también los cholos discriminan, que ser blanco no tiene por qué se excluyente, que hay muchos blancos que son cholos de corazón, que también hay blancos cholos en Cajamarca, etc., etc”. En mi no corta vida conozco todos los argumentos habidos y por haber para eludir la realidad. Al final, después de haberlo vivido todo en el Perú, de lo único que estoy convencido es que aquí “el cholo apesta”; así lo dicen mis amigos, mi familia, mi entorno social y mis clientes. Eso no ha cambiado ni un mísero ápice en nuestra acomplejada y racista sicología nacional.

Hacia la República de indios
Termino recordando lo primero que aprendí cuando ingresé al mundo de la publicidad. Me dijeron que todos los modelos tenían que ser blancos y lindos porque "eso era lo que los peruanos queríamos ser". Parece que, a pesar de los años, esa idea está muy arraigada aún, y por eso se desprecia a personas que quieren poner a los cholos en el poder, mientras que se alaba y se exalta a los blanquitos por ser “inteligentes, capaces, trabajadores, bien educados y bellos”). Hace un tiempo una revista eligió a los hombres más guapos de la política peruana y todos eran los “blanquitos” del medio. Su calidad moral no importaba para nada. Estamos en esa coyuntura: entre aceptar a la República de Indios o a la República de Blancos, como se decía en la Colonia, como la auténtica representante del Perú. El tiempo decidirá por cuál de las dos nos inclinaremos.