martes, 30 de junio de 2009

RIP Occidente

Mientras los pueblos de Europa y Estados Unidos han sucumbido ante el poder de los comerciantes, quienes finalmente han impuesto su modelo de sociedad y de vida —la Sociedad de Mercado— en América Latina sus pueblos se resisten a caer en esas redes y para hacerlo apelan a su propio modelo: el de sus ancestros, el andinoamericano.

Resulta sorprendente que después de miles de años de guerras de todo tipo en el continente europeo hoy exista una calma y una aceptación como pocas veces se soñó. Si a alguien del siglo XIX le hubieran dicho que llegaría el día en que Europa sería lo que es hoy, un conglomerado de millones de personas que solo se dedican a su trabajo y casi no les interesa la política ni la religión, no lo creería. Porque la imagen de siempre ha sido una Europa llena de ambiciones personales e imperiales, donde todo siempre desembocaba en sangre para satisfacer cualquier tipo de discrepancias.

La sociedad conformista

Hoy eso parece ser ya inexistente. El europeo contemporáneo es un individuo que vive conforme con lo que existe y con lo que es. Piensa que ya no puede darse una sociedad mejor. Cree que el sistema en el que vive es casi perfecto, que solo se debe ajustar de vez en cuando a través de un diálogo público. Que hacer algo por la fuerza es el peor mal que puede suceder. Que vive convencido que goza de los más grandes privilegios que una sociedad pueda alcanzar. Que tiene su futuro asegurado y que nada podrá alterar la cómoda forma de vivir que hoy tiene.

Utopía realizada

Es por eso que existe la percepción de que la Europa de hoy es casi el Paraíso. Allí todos se respetan, todos cumplen la ley, todo se hace con orden y nada escapa a la supervisión de las autoridades. Los únicos males son de origen casero, líos pasionales, y los ataques de extranjeros que usan su territorio para causar alarma (los terroristas islámicos). Todo lo que es correcto viene de ellos y todo lo malo viene de afuera. Es la sociedad perfecta, aquella que predijo muy bien Tomás Moro en su novela Utopía. Parece ser que nada superior puede darse.

¿Y dónde está el truco?

Pero ¿será cierta tanta maravilla? ¿Será verdad que por fin se ha logrado la tan ansiada paz que durante tanto tiempo se buscó? ¿Por qué no nos alegramos en vez de preocuparnos? Lo que ocurre es que esta perfección genera una serie de dudas, puesto que todo mundo feliz siempre tiene su trampa. Sabemos que el hombre aún no ha alcanzado la sabiduría que le permita conocerse y conocer la verdad de la vida, por lo tanto, es sospechoso que se den este tipo de sociedades donde lo que prima es el orden y control.

Sospechosamente felices

Y quizá nada más parecido que a una prisión perfecta, donde nadie tiene por qué quejarse ni tampoco lo dejan. Todo está debidamente calculado y medido para que a nadie le falte nada. La Europa contemporánea se asemeja a esos mundos de fantasía, donde el poder mantiene a sus súbditos lo suficientemente satisfechos como para que no se subleven. Lo mismo que pasa en las organizaciones delictivas: fidelidad absoluta al poder. Y el problema es que el ser humano no es así. El hombre es por esencia disconforme y levantisco, es infeliz e inseguro. De momento que alguien asegura que existe el mundo feliz es porque algo ahí se pudre. Lo mismo se pensaba de los países comunistas hasta que, de un día a otro, desaparecieron y con ellos todas sus excelencias.

El control total

A nuestro entender Europa atraviesa por un período similar al que sufre Estados Unidos: han sucumbido al control total. Son sociedades completamente dominadas en cuerpo y mente. Los han vuelto incapaces de ver en qué mundo están y eso lo han conseguido a través de la plena satisfacción de sus necesidades. Igual que los norteamericanos, su gordura no les permite ver los cordones sueltos de sus zapatos. Son conglomerados de individuos domesticados y embrutecidos por la saturación y por los medios de comunicación. Son el mundo feliz de Huxley, allí donde nadie tiene por qué quejarse; el 1984 de Orwell, donde todo está pensado de antemano para que nadie piense.

La paz de los cementerios

Occidente, ahora sí, está en plena decadencia y en agonía mortal. Las asociaciones de comerciantes pacientemente han logrado el objetivo anhelado: un mundo-mercado donde todos compran y todos venden. Y con absoluta paz. Pero no debemos olvidar que la ansiada paz no es un valor absoluto, porque también existe paz en los cementerios y en las prisiones. La paz es buena cuando es una conquista de los pueblos, no cuando la imponen los imperios (la pax romana) ni cuando la construyen un grupo interesado en el dominio subterráneo a través de diversos mecanismos, como lo hacen las transnacionales. Entonces ha llegado la hora de Latinoamérica y su mundo nuevo. Descanse en paz, Occidente.

sábado, 27 de junio de 2009

Perú y los dos modelos de desarrollo en pugna

Nunca como ahora, con lo que está ocurriendo en el Perú, se ha hecho más palpable el combate ideológico que se da entre dos modelos de desarrollo. Pasada ya la idea de que el modelo alternativo al Capitalismo era el Comunismo —puesto que ambos son finalmente de origen y esencia occidentales— actualmente la única opción contraria al Neoliberalismo o a la Sociedad de Mercado no proviene de esa misma civilización sino de otra: de la civilización latinoamericana o andinoamericana.

Los últimos sucesos de Bagua, en la amazonía peruana, sirvieron de detonante para que las caras y caretas que escondían los verdaderos pensamientos y sentimientos de la gente se cayeran. Por un lado la clase gobernante, heredera de un legado de más de 500 años de colonialismo, ha dejado entrever desembozadamente que a lo que le teme es a que le quiten el sustento ideológico que la mantiene en el poder: su modelo de desarrollo capitalista y su estrecha relación con el gran capital internacional. Mientras que, por el otro, los pueblos desheredados de este continente han logrado soltar un grito contenido durante siglos y han dicho que ellos no creen en ese modelo porque éste nunca ha cumplido lo que prometía: la felicidad y una sociedad de bienestar.

Los dos modelos

Estamos entonces ante dos conceptos, dos ideas distintas provenientes de dos realidades históricas y dos civilizaciones diferentes. La una, Occidente, impone su modelo por la fuerza de sus ejércitos; la otra, la latinoamericana o andinoamericana, rebusca en sus raíces para encontrar cuál es la esencia que hace que ellos sean como son y puedan salir adelante en la vida, a pesar de que se los combate y se los persigue. Las reacciones no se han hecho esperar. En el caso peruano, la clase gobernante —caracterizada principalmente por sus rasgos raciales blancos, su cultura occidentalizada, sus vínculos con los capitales extranjeros y su apoyo incondicional al pensamiento occidental— ha salido a denunciar públicamente la aparición de un modelo “extranjero” que pretende socavar las estructuras de la república.

Lo “extranjero” viene desde adentro

Lo más interesante del caso es que se acusa de “extranjero” al modelo que corresponde al de las naciones andinoamericanas y que les está permitiendo, no solo soportar la crisis internacional —gracias a sus relaciones locales de producción— que afecta principalmente a los que están estrechamente relacionados con la economía internacional, sino también tener sobradas razones para creer que sus estructuras son más efectivas para llevar el tan mentado “bienestar” a todos los habitantes de una sociedad. El problema está en que esto amenaza la supremacía del “pensamiento único” occidental que afirma que no existen varias sino una sola civilización, Occidente —sobreentendida como la Civilización— y que ella es la más adecuada, apta y beneficiosa para toda la humanidad. Le ha salido entonces, a la cultura occidental, un competidor en el arte de conducir más eficientemente a una sociedad.

Calidad de riqueza versus cantidad de riqueza

El modelo andinoamericano ciertamente aún no está claramente expresado en el lenguaje que un occidental pueda comprender. Eso no significa que un andinoamericano no lo entienda; lo que está faltando hasta el momento son los intelectuales capaces de poder traducirlo al “idioma” occidental, que es esencialmente racional. Esto se debe al prejuicio de ellos mismos y a los mecanismos del sistema que trata de negar hasta el final la existencia del otro, del competidor. Es lo mismo que ocurrió en el caso de Bagua, donde hasta que no aparecieron los muertos no se quiso aceptar la existencia como peruanos, como individuos, de los nativos. Hasta ese momento eran “seres salvajes que no entienden, por su atraso cultural, el desarrollo y el progreso de la humanidad”. Este discurso ahora tendrá que cambiar porque resulta que esas culturas “salvajes, atrasadas e ignorantes” más bien tienen otra visión de la vida y del mundo y están dispuestas a demostrar que son más eficientes que la actual occidental para generar una riqueza de calidad y no de cantidad, que prioriza la distribución, y que pueden constituirse en sus sucesoras.

Felicidad versus armonía

Pero si bien no hay intelectuales que quieran ver así las cosas —porque provienen en su mayoría de una extracción occidental y ven a las otras culturas como folclor o como objetos de estudio antropológico— podemos augurar que poco a poco la verdad irá saliendo a la luz e irán apareciendo estudios que demuestren lo que estamos diciendo. Por lo pronto, podemos ir adelantando que, mientras el modelo de Sociedad de Mercado se basa en la filosofía de la Modernidad, que plantea que el dominio científico de la naturaleza le da al hombre poder y esto a su vez le procura bienestar y felicidad, el modelo andinoamericano se sustenta en una filosofía no racionalista (que no es lo mismo que irracional) que no cree que la razón sea la medida de todas las cosas puesto que el hombre actúa diariamente más con sus sensaciones, emociones e intuiciones que con su razón (la mayoría de las mujeres, artistas y niños del mundo lo hacen y no por eso viven fuera del mundo). Por eso el modelo lo que promete es que a la naturaleza no se la debe usar como objeto para producir poder ni riqueza sino se debe convivir armoniosamente con ella, y que el fin último del ser humano es alcanzar, no la felicidad, porque eso es un imposible, ni el bienestar, porque los más ricos de los ricos siguen siendo infelices, sino la coexistencia y el equilibrio con el medio y con los otros seres vivos. En pocas palabras, es preferible vivir en armonía que buscar una felicidad que nunca llega.

Es la hora de los filósofos

Desarrollar estos conceptos desde sus bases es tarea de filósofos, quienes deberán encontrar las causas y motivaciones que esto conlleva. Mientras tanto, la lucha ideológica se irá desencadenando cada vez más agudamente, teniendo como campo de batalla las mentes de los andinoamericanos, hoy particularmente los peruanos, quienes ya se sienten más seguros que el modelo occidental definitivamente ha fracasado, poniendo en peligro a la Tierra, mientras que el suyo sí funciona, no mata a la vida, y está resolviendo los vacíos y contradicciones que el moribundo modelo occidental no ha podido llenar.

viernes, 26 de junio de 2009

Ni “hermanos” ni “ellos”

A propósito de los habitantes de la amazonía

Es significativo observar a los políticos de Lima referirse ahora a los nativos de la amazonía como “hermanos”, después de que los trataron todo el tiempo como simples salvajes o “perros del hortelano”, que ni explotan la biodiversidad y el petróleo de la selva ni dejan que otros (los extranjeros) lo hagan. Esto lo presentan como el summun del egoísmo y de la actitud inconsciente de desperdiciar la riqueza. Y toda la culpa la atribuyen a “la ignorancia, el atraso y la absurda idea de preservar culturas atrasadas, sin incorporarlas a la modernización” (recordando siempre la famosa frase que Raimondi nunca dijo “el Perú es un mendigo sentado en un banco de oro” y que sirve de caballo de batalla para explotar al país hasta la última gota).

Este es el discurso que se ha venido sosteniendo desde hace siglos en el Perú a consecuencia de la dependencia que tiene el modelo oficial de gobierno con las metrópolis de turno: España primero, luego Inglaterra y ahora Estados Unidos. Se trata de una mirada colonial con un discurso que entiende la Modernidad solo en su aspecto económico-industrial, dejando de lado los aspectos sociales y culturales que ésta conlleva. En pocas palabras, para la clase dominante peruana los modelos son buenos cuando les favorecen y solo en aquello que les gusta; las otras partes que los obligan a ceder las omiten.

“Ellos” versus “nosotros”

De ahí es que surge el famoso “ellos”, que sin querer se les escapa a los políticos limeños cuando se refieren a las comunidades no occidentalizadas del país. Pero si ellos son los “ellos”, ¿entonces quiénes son los “nosotros”? ¿Los blancos urbanos occidentalizados que viven en la capital y toman las decisiones para todo el país de acuerdo a sus principios y criterios? Puesto que de momento que se habla de un “ellos”, haciéndose patente implícitamente la existencia de un “nosotros”, es que se concibe al país como los dos países que se establecieron desde la Colonia: la república de indios y la república de blancos.

El modelo liberal en peligro

En el momento en que escribimos estas líneas los “nosotros” están clamando a voz en cuello que lo que está en juego es algo más que la gobernabilidad o la credibilidad del gobierno: es la pervivencia del sistema neoliberal. Para los “nosotros” el país ha avanzado mucho en estos últimos 20 años, desde Fujimori, porque se implantó un sistema que ha favorecido el ingreso del capital extranjero y dinamizado la economía local, enganchado al Perú con la economía internacional. Este modelo implica necesariamente que se siga con la norma del capitalismo de que los recursos naturales de los países pobres deben ser explotados únicamente por las grandes potencias transnacionales, mientras que los habitantes deben ser solo los obreros que éstas necesitan.

Quiénes son los extranjeros

Este es el modelo que los “nosotros” dicen que está en peligro porque los pueblos del Perú, azuzados por intereses “extranjeros” (que nunca son Estados Unidos ni Europa porque, por alguna extraña razón, estos nunca son “extranjeros”), refiriéndose a Bolivia, Venezuela y Ecuador, están dejándose arrastrar realizando protestas inadecuadas y antidemocráticas, en un momento en que el país “está mejor que nunca”. Entonces los “ellos” y los “hermanos” están equivocados porque no saben lo que dicen ni lo que hacen y son manipulados como idiotas por elementos “desestabilizadores” de la nación (la CIA nunca es desestabilizadora porque, para los gobiernos amigos del Pentágono, ésta jamás interviene en nada. Es más, ni siquiera existe).

Los de arriba y los de abajo

Todo esto no es más que una hipocresía que refleja el grado de desprecio por aquellos que no son del círculo de poderosos que se benefician de la entrega de los recursos del país al capital extranjero. Todos los “nosotros” están siempre atentos a servirles a estos en lo que pidan porque saben que ese servicio será bien remunerado (pago que va desde dinero en efectivo y sin recibo hasta la nacionalización en un país desarrollado). Mientras tanto los “ellos” y los “hermanos” se encuentran entrampados pues no pueden escapar de su forma de vida y escoger otra como la de Miami o Barcelona como sí lo hacen los “nosotros”. Tienen que quedarse sí o sí en su tierra, en la tierra de sus ancestros, como el único recurso para sobrevivir. Por eso, cuando los “nosotros” intentan echarlos con argumentos “legales” o a la fuerza nos les queda otro recurso que reaccionar y defenderse como pueden, pues en ello se juegan la vida.

martes, 23 de junio de 2009

Sobre el futuro de América Latina

Lamentablemente todos los análisis conocidos a través de la prensa no provienen realmente de mentes especializadas sino de periodistas o de gente que ve la fotografía del momento pero no apunta a la profundidad de los fenómenos. Para tener una idea de lo que está pasando hay que utilizar otra mirada, salir del contexto político en el que se encuentra actualmente el debate entre "chavistas" y "antichavistas".

Lo primero que debemos preguntarnos es: ¿se trata de casualidades de la historia que existan tres gobiernos marcadamente antisistema en América Latina? ¿Se trata también de puro accidente que la mayoría de las otras naciones se hayan inclinado por opciones de izquierda, como Brasil, Chile, Argentina, Uruguay, El Salvador y otras más? ¿No parece acaso extraño que solo sean tres las naciones manifiestamente pro yanquis las que queden: México, con fraude electoral, Colombia, con medio país en posesión de la guerrilla y el narcotráfico, y el Perú, colgando de un hilo para no caer en manos del nacionalismo? Los resultados de Panamá en verdad pueden ser engañosos, pues la crisis los desilusionará rápidamente al ver que la solución no es más de lo mismo.

Los dos fenómenos: el externo y el interno

Entonces, si no es casualidad, porque en política no hay casualidades, ¿cuál es la razón que aclare lo que está pasando en América Latina con su rechazo popular al sistema y a Washington? La explicación, a mi entender, pasa por dos fenómenos:

1. El fracaso de las políticas capitalistas neoliberales para cumplir sus propias promesas. Los pueblos latinoamericanos se han dado cuenta, después de 50 años, que nada de lo prometido se ha cumplido; que las injusticias no se han superado sino que se han disfrazado de tecnología. Se ha llevado luz al pueblo, pero la explotación del hombre es más atroz que antes. Hay computadoras, teléfonos, pero la situación social no ha mejorado. Se ha dado gato por liebre, pues se pedía un mundo más justo y en vez de eso se invirtió en un mundo más comerciante, más capitalista, más neoliberal. Y eso no era lo prometido ni lo que esperaba la gente.

2. El segundo tiene que ver con el primero, y es que, ante el fracaso de Occidente y sus promesas de una vida mejor (llevando solo una vida más tecnológica) es que han surgido posiciones internas, propias de los pueblos, que buscan la respuesta a lo que realmente anhelan. De ahí es que resurgen pensamientos tomados de las raíces de sus antepasados, con un marcado sabor localista o “nacionalista” como lo califican sus enemigos. Pero en verdad reflejan un rechazo a las teorías occidentales sobre la vida y la sociedad, sean de izquierda (marxismo) o de derecha (neoliberalismo).

La revolución a través de las elecciones

Este es el motor que está impulsando hoy a los pueblos latinoamericanos a expresarse a través de las elecciones democráticas y, nos guste o no, hasta ahora no se ha demostrado su fracaso; más bien, existe en medio de todo una gran satisfacción en los pueblos de estas naciones porque son concientes que, quienes ahora los gobiernan, no son los hijos de los colonizadores extranjeros, sino aquellos que buscan la opción local, la que se apega más a sus intereses que a los de las transnacionales o de los EEUU.

Criticar a Chávez, a Morales o a Correa es desviar la atención del debate hacia un personalismo que sigue el clásico juego norteamericano de convertir a los líderes en los únicos enemigos de sus propios pueblos (a quienes se los plantea como víctimas de “dictadores”) maniobra que les permite luego invadirlos para “liberarlos” de esos malvados (al estilo Irak). En verdad ante lo que estamos no es ante unos cuantos hombres sino ante pueblos enteros que cada vez con más fuerza expresan su rechazo hacia el sistema.

Puede que estos líderes no sean los mejores ni tampoco unos santos. La política no es un tema de santidad ni de limpieza: es un juego de poder. Nadie elige al más incorrupto, sino la madre Teresa hubiese sido presidenta. Además los incorruptibles terminan siendo los peores, como le pasó a Robespierre en la Francia revolucionaria. Lo importante es lo que los pueblos nos quieren decir.

El Perú no es una isla

En el caso peruano, es obvio que la ola le tiene que llegar, se quiera o no. Su clase dominante no puede pretender ser una isla y no verse afectada por lo que ocurre en el exterior. El presidente García falsea las cosas cuando dice que “el Perú es el único país que no sufrirá por la crisis internacional” y hay mucha gente que así lo cree (o lo quiere creer). Con esa misma soltura pretende decir que el fenómeno latinoamericano del antisistema tampoco llegará al Perú.

Pero lo cierto es que, nos guste o no, hay un proceso que es social, de mayorías, y son ellas quienes finalmente decidirán por lo que ahora creen que es lo mejor para ellas. Y lo mejor que ahora se piensa no es más liberalismo sino el cambio. Ya hemos dicho que la mejor forma de disfrazarlo es caricaturizando a sus líderes como dictadorzuelos y culpándolos de todo, como si los pueblos estuvieran pintados en la pared. Intentan decir que las elecciones democráticas son buenas cuando se eligen a los políticos de derecha, pero cuando ello no ocurre es que existe un “defecto” en el sistema democrático y se culpa al pueblo de “ignorante”.

Es la hora de las ideas

No creo que el devenir de la historia sea producto de la ignorancia de las mayorías. Los pueblos latinoamericanos han tomado ya su decisión y es por una ruta distinta a la que quiere el Pentágono. La lucha, entonces, no está ahora en el plano político, como era antes, sino en el plano ideológico (y por qué no, en el filosófico). Allí es donde está el combate y, por ahora, los antisistema van ganando lejos, por cuanto quienes están en crisis no son los que lo atacan sino quienes defienden al sistema. El futuro del mundo se juega aquí, en Latinoamérica, y dependerá de los futuros líderes el que sepan interpretar correctamente las inquietudes de los pueblos que piden de ellos, no una limpieza inhumana de santos, sino solo coherencia con el legado que se les da; coherencia que no es otra cosa que el reflejar los verdaderos intereses de las mayorías.

jueves, 18 de junio de 2009

El racismo en Latinoamérica

Si no fuera por el racismo en la mayor parte de los países de Latinoamérica no sabríamos diferenciar a las personas por su origen ni su nivel socio-económico-cultural y nos vincularíamos con gente incompatible con nuestros pensamientos e ideas, ocasionándose así un caos producto de las innumerables discrepancias entre unas costumbres y otras.

Veamos un ejemplo de ello. Todos sabemos de la marcada propensión al machismo en las clases C, D y E. En cambio, en las clases A y B, éste es notoriamente de menor intensidad. Si alguien con costumbres de A se juntara con una persona de clase D las ofensas y disputas serían irreconciliables por ser ambos de diferentes ideosincracias. En estos casos el racismo a priori evita estos malos entendidos y desencuentros al facilitar la rápida selección de nuestro prójimo. Este sería el lado positivo del racismo. Pero ahora veámoslo en su otra dimensión.

Podría haberse dado otro factor discriminante que no fuera el color de la piel, como sucede por ejemplo en Holanda, donde casi todos son blancos. En esos contextos las diferencias se establecen por la cultura, el tipo de vestimenta, los modales, la forma de expresarse, los lugares a donde se frecuenta, etc., algo que un portero de una discoteca europea sí puede distinguir, mientras que uno latinoamericano le es imposible. Para estos todos los blancos son superiores, se vistan como se vistan. Pero lo cierto es que en Latinoamérica, por los avatares de su historia, el factor más importante para diferenciar una clase de otra es la “raza”, el aspecto físico. En pocas palabras: el color de la piel. Entonces ello sí es importante para saber quién es quién y a quién se le dice señor y a quién se le dice “o’e tú”; a quién se lo elige ministro o ejecutivo y a quién vigilante. Si no se respetaran estas “diferencias” se produciría un descalabro económico-social. ¿Por qué? Por lo siguiente.

Las causas: la conservación de los privilegios

Todos sabemos lo importante que son las herencias familiares, más aún si éstas son cuantiosas, como ocurre en las grandes empresas y grupos económicos. La gran preocupación de sus dueños es y será siempre a quién le delegan toda esa fortuna y poder. Si sus hijos, por mala suerte, se casaran con personas que no pertenecieran a su misma estirpe o clase social esa fortuna pasaría a manos “extrañas”, a seres con otras costumbres, provenientes de otras realidades y con otro tipo de vínculos sociales. Así el imperio de dicho clan se acabaría.

Entonces, para conservar esos privilegios, a los niños de clase alta se les enseña, desde pequeños, que solo deben juntarse con sus iguales. ¿Y quiénes son sus iguales? Aquellos que poseen, principalmente, sus mismas características físicas (después viene el tipo de apellido, el lugar de residencia, los sitios donde se frecuenta, etc.). Como consecuencia de ello todos se casan entre blancos y así acrecientan y aseguran las fortunas de las familias. En pocas palabras: los ricos se juntan con los ricos, y los ricos en Latinoamérica suelen ser blancos. Rico, blanco, poderoso, superior son, en nuestra realidad, sinónimos.

Racismo invertido

Pero este racismo no solo ocurre entre las clases altas sino también entre los niveles C, D y E. El mestizo se siente “blanco” frente a la “indígena” o la “negrita”, y en los hogares más modestos la gente se alegra cuando alguien consigue una pareja blanquiñosa o “blancona”, como dicen, lo cual es, para ellos, un privilegio, un ascenso social. La piel blanca abre muchas puertas en la vida. Y aquel que lo niegue es, evidentemente, un blanco, porque son ellos (los de apellido importante, por supuesto) los únicos que niegan que exista el racismo. ¿Por qué? Porque no les conviene que se hagan manifiestas las diferencias sociales, dándole a entender a la gente común que “todos somos iguales y tenemos las mismas oportunidades”.

Pero ¿será cierto que todos tenemos las mismas oportunidades, así no seamos blancos? La niña egresada de un colegio estatal, proveniente de un barrio pobre de la ciudad y que quiere hacer cine ¿tendrá las mismas oportunidades frente a la rica? ¿Podrá estudiar su carrera en Europa, en Estados Unidos? ¿Tendrá parientes influyentes en el mundo de la cultura que la apoyen y le den los mejores contactos con las empresas cinematográficas? Lo más probable es que termine trabajando de obrera en una empresa o quizá de vendedora en alguna tienda.

La derecha en Latinoamérica es blanca

Como prueba de esta afirmación, cada vez que en televisión se ve a algún latinoamericano que es blanco es casi seguro que pertenece a los sectores altos y que tiene un pensamiento de derecha. La gran mayoría de políticos de esa línea, proclives a las ideas occidentales, son blancos. Mientras tanto, la gran mayoría, por no decir casi todos, los que se oponen al modelo neoliberal y a la derecha son de raza mestiza (aunque como en todo hay excepciones y variantes, como pueden ser Argentina o Uruguay, pero eso no invalida la realidad general).

Entonces, para redondear la idea, en Latinoamérica las ubicaciones sociales y económicas tienen una correspondencia racial, fenómeno que de algún modo se intenta cambiar en algunos gobiernos actuales como los de Venezuela, Bolivia y Ecuador, pero de los que a la fecha no sabemos su destino. Esperamos que de alguna manera ello sea un síntoma de que la historia está dando un vuelco y que éste sea a favor de los postergados y marginados.

Mientras tanto, insistimos en que negar la realidad del racismo no tiene sentido porque sería seguirle el juego a aquellos que, al hacerlo, lo ocultan y así evitan que se haga visible, que salga a la luz y que sea motivo de juicio y condena. La mejor manera de combatirlo es identificarlo bien, sin minimizarlo ni exagerarlo, y así saber sus causas y sus mecanismos de perpetuación.

martes, 16 de junio de 2009

Bagua: el encuentro de dos mundos

Nada más significativo que el hecho que el sangriento operativo de desalojo de la carretera tomada por los nativos peruanos —en protesta contra las leyes que les recortaban su espacio vital—, decretado por Alan García, haya sido el mismo Día Mundial del Medio Ambiente, un viernes 5 de junio. Esto a pesar de que el gobierno contaba en su gabinete con un “experto” en el medio ambiente como el señor Antonio Brack Egg (nativo también de la zona de selva pero blanco de ascendencia extranjera, cosa muy determinante en el todavía racista Perú), quien demostró su verdadera dimensión humana al ignorar este hecho y manifestar, por el contrario, que ya se les había dispuesto 12 mil hectáreas para que vivan allí y que el resto era para la concesión a las transnacionales (resucitando el viejo concepto de “reservaciones de indios” del oeste norteamericano).

Por supuesto que después de 60 años de concesión de un lote de selva es difícil creer que la gigantesca empresa que lo ocupa se vaya a retirar o que el Estado no lo vuelva a “concesionar” hasta el infinito (al igual que se hace con una casa destinada para el alquiler). Esto, en pocas palabras, ya es una venta de por vida y una enajenación del territorio a los intereses de la nación a la que pertenece la transnacional allí instalada. Esto sucedió en el siglo XIX con la zona de Tarapacá, al norte de Chile, que era boliviana hasta que inversionistas chilenos la coparon de tal manera que Chile terminó por argumentar que le pertenecía invadiéndola, cosa que dejó sin mar a Bolivia hasta el día de hoy.

Pero volviendo al trágico suceso en cuestión, que costó la vida de decenas de peruanos, existe un hecho que va más allá de las noticias y de las acusaciones de ambos bandos (el gobierno y los nativos). En Bagua, pequeña ciudad de la selva peruana, se confrontaron dos visiones del mundo y volvieron a estrellarse una vez más violentamente. Eso nos lleva a recordar qué nos dice la historia de la humanidad al referirse a las innumerables veces que seres humanos con concepciones distintas de la existencia y del mundo se han eliminado mutuamente por no haber hallado puntos intermedios de convivencia.

Recordemos el más importante de ellos que ha sido, y sigue siendo, el desencuentro entre las culturas nómadas y sedentarias. Recién en los últimos diez mil años es que las sedentarias han logrado vencer, reduciendo a las otras a su mínima expresión; pero hay que tener en cuenta que el hombre nació nómada y así vivió durante cuatro millones de años hasta la llegada de la civilización (que significa vivir en ciudades), expresión característica del sedentarismo. Recordemos también pasajes como los de los bárbaros en Europa invadiendo los territorios imperiales; o la presencia de los nómadas asiáticos (los famosos Atilas) amenazando la “cultura” (palabra que viene de cultivar, sembrar, ser sedentario). Más cerca a nuestro tiempo tenemos el caso de lo ocurrido en Norteamérica con la llegada del sedentario blanco europeo y el exterminio del piel roja nómada por no “respetar” los límites del territorio.

Vemos entonces que, mientras que por una parte los humanos hemos sido nómadas y hemos concebido a la tierra como un ámbito de vida, por otro lado nos hemos vuelto sedentarios con una noción de propiedad hereditaria respaldada por el Estado.

Sin embargo este no es el caso específico de Bagua porque allí el enfrentamiento no se dio entre una cultura sedentaria y otra nómada sino más bien entre una sedentaria y otra seminómada, que es la que concibe el espacio como un territorio delimitado pero sin propiedad, a la manera cómo lo hacen también los animales (por ejemplo el león, que no es dueño del lugar pero que necesita imperar en él para poder sobrevivir). En pocas palabras, las culturas nativas de la selva peruana son sedentarias pero con una visión nomádica del territorio. Esto es algo que ha sido estudiado a fondo por los especialistas en antropología y etnología. Lo raro es que a “nadie” le interesó ello a la hora del conflicto.

La pregunta que uno se hace entonces es: ¿y por qué a nadie le interesó ni le interesa saber cómo piensa y vive el otro? Por la misma razón que a los conquistadores y dominadores de todos los tiempos no les interesa nunca: porque estos jamás vienen a negociar ni a convivir; vienen a imponer su visión. Si lo logran convierten al lugar en una colonia; si no, ese sitio se vuelve “inhóspito, peligroso, salvaje, el rincón más alejado del planeta”, como suelen decir.

De algún modo esta situación se ha repetido en el Perú de hoy (porque estos enfrentamientos son intemporales) en donde el prepotente Estado y sus representantes sedentarios urbano-occidentales-costeños piensan que están en todo su derecho de hacer con la tierra lo que a ellos les parece correcto y coincide con sus propias leyes creadas ex profeso (como los decretos causa del conflicto), mientras que lo mismo piensan los nativos desde su óptica.

Para ambos la tierra tiene un diferente valor y función: los urbano-occidentales la ven mercantilistamente (como objeto de explotación y fuente de riquezas) mientras que los nativos la conciben como un espacio vital para cazar, sembrar y desplazarse. Ambas concepciones tampoco son iguales en magnitud: en una el criterio se da en medidas pequeñas como el metro cuadrado, que es una unidad importante y valiosa en las ciudades, donde basta con veinte de ellos para que una familia pueda vivir con todas las comodidades modernas; en cambio en la selva la unidad se mide por horizontes, medidas no geométricas que comprenden lugares amplísimos donde existen valles, ríos, bosques y un largo etcétera. Esto se puede entender si pensamos por un momento como los granjeros o terratenientes que se ufanan de mirar sus tierras y sentir que los paisajes que ven a la distancia son todos de su propiedad. Esto sucede en la selva solo que allí no existen los títulos de propiedad. A partir de estas dos formas de ver y entender el mundo es donde comienzan los choques que casi siempre han sido dolorosos por ser irreconciliables.

¿Qué habría que hacer? El asunto es difícil y complejo porque pasa por reconceptualizar la visión del mundo y hacer lo mismo con las ideas del espacio y la propiedad. En el caso Occidente, este debería auto examinarse y evaluar si la política que ha venido siguiendo durante los últimos cinco siglos (desde el surgimiento de la Modernidad) es la más adecuada tomando en cuenta la depredación y el desgaste del planeta que ello significa, cosa que de algún modo le perjudica a sí misma. Con esto queremos decir que lo que esa civilización requiere es un cambio de paradigma y encontrar una nueva promesa de vida que no pase por el concepto de desarrollo progresista que actualmente tiene sino por uno de convivencia con la naturaleza. En este sentido la promesa de la vida andina, concepto muy vivo y creciente hoy en esta parte de Sudamérica, puede ser una buena fuente de inspiración.

Lo mismo, por el lado de los nativos, estos deberían admitir que el aislamiento ya no es posible por más que se lo quiera, y que necesariamente van a tener que entablar mecanismos de apertura con el resto de habitantes del planeta pues, de no hacerlo, sería para ellos una automarginación que, a la larga, los podría llevar a la extinción.

viernes, 12 de junio de 2009

La ilusión de la educación para los pobres

Recibo con sorpresa algunos correos que no suelo leer, pero cuando los temas son importantes ni siquiera los comentarios más ligeros dejan de ser significativos. En una última correspondencia he encontrado tres de ellos que no pienso que sean producto de una broma ni de gente que le guste perder su tiempo inventado frases sin sentido.

"El Perú es un país con una gran biodiversidad y nuestra viabilidad futura como país va a depender de un manejo inteligente de nuestros recursos naturales; necesitamos por ello una sólida cultura científica." (sic)

"Ciertamente, entre otras cosas más, nuestro país necesita una "sólida cultura científica". Considero que, como educadores, es parte de nuestra misión facilitar el acceso y visibilidad a los instrumentos que proveen, al menos en el mediano plazo, una cultura orientada en esa dirección formativa." (sic)

Muy cierto Victor. Pero para que la educacion libere y desarrolle a nuestro pais necesitamos un Estado que la promueva. Y me refiero a la educacion publica." (sic)

Creo más bien que estas ideas provienen de gente pensante y las refrendan con sus firmas. Por eso me llama profundamente la atención el gran apego que gente inteligente le tiene al lugar común. Suele ser una manía repetir ciertos conceptos, tanto que llega un momento que uno mismo los cree. Entre ellos está la famosa idea de la educación.

Esta creencia o mito se basa en el supuesto de que, el día que el Perú (puede ponerse aquí el nombre de cualquier país subdesarrollado) tenga una mejor educación (y particularmente científica) va a salir adelante. Pero esta idea simplista se estrella contra dificultades que van más allá de los recursos materiales para realizarla, y aquí es donde viene mi sorpresa ante la falta de un análisis teórico serio.

El tema es que se han dejado de hacer preguntas básicas antes de realizar la afirmación respectiva. La primera pregunta esencial es: ¿querrán aquellos que saben que los pobres también sepan? En un mundo baconiano donde la máxima es "saber es poder", donde países como Corea del Norte e Irán son condenados y están a punto de ser aniquilados atómicamente ¿podría permitirse el desarrollo del conocimiento, de la ciencia, cuyas consecuencias pueden ser justamente multiplicar iranes y coreas? Desde esta perspectiva recién se entiende por qué las ONG son fundamentalmente de tipo social y asistencial y casi ninguna (por no decir ni una) son de traslado de conocimientos científicos.

El conocimiento es lo que permite el dominio, la explotación y la riqueza de unos frente a otros. El conocimiento hace que un país armado con alta tecnología pueda someter a muchos países o al mundo y convertirse así en rico y poderoso, decidiendo el destino de la humanidad entera. El conocimiento también permite que el que lo posee tenga mayores recursos, mejores disposiciones, alcance todas sus metas y se sienta muy protegido de cualquier amenaza, sea natural o humana. La vida muelle y sobredimensionada de los países desarrollados nos da a entender claramente cuáles son las ventajas del conocimiento.

Entonces la conclusión es: nunca el dominador permitirá que el dominado acceda a un nivel de educación y conocimiento que lo vuelva levantisco, insolente o le fomente argumentos para pensar que él puede acercarse al poder del dominado. Eso está estrictamente controlado y las consecuencias de no hacerlo son similares a lo ocurrido con Irak, cuyo falso argumento (pero efectivo) fue infundir temor entre las grandes potencias de que podía tener "armas de destrucción masiva", elementos que, con un conocimiento básico de ciencia, otro país también podría obtener.

Como vemos, pedir la elevación de una nación destinada a ser sometida y a proveer solo de recursos naturales y mano de obra barata es pedir absurdos o pretender fomentar una revolución. Supongamos por un momento que los esclavos de las minas de Potosí les hubieran pedido a los españoles que los ayuden a educarse. ¿Se imaginan qué hubiera pasado cuando llegasen a la parte de "todos somos iguales, con los mismos derechos"? ¿Y cuando les enseñasen de qué está hecha la pólvora y otros compuestos químicos?

Es por eso que todos los planes educativos públicos de los países pobres son dirigidos por entidades supranacionales y son intencionalmente elaborados para impedir que surjan “revoluciones” o que nutran de conocimientos "peligrosos" a dichas naciones (armas de destrucción masiva o bombas atómicas). Probablemente el discurso, de boca para afuera, pueda ser "hay que fomentar la educación", pero la realidad es completamente diferente a lo que se dice al auditorio. Mantener la ignorancia es controlar al mundo, y jamás se va a permitir que Perú o cualquier otro país similar eleve su nivel de comprensión o de análisis, porque eso fomentaría el despertar y la insurgencia de quienes se empiecen a dar cuenta de cómo son realmente las cosas. Esto lo sabe muy bien Estados Unidos y el G20, por eso jamás van a permitir que las cosas sean de otro modo.

Reflexionemos entonces ante esta situación y no caigamos en el absurdo facilismo de repetir por repetir sin haber estudiado antes de qué se trata todo esto, a no ser que realmente queramos una revolución y estemos decididos a impartir un conocimiento superior a nuestros pueblos, cosa que nos llevará inevitablemente a un enfrentamiento con las grandes potencias y a formar parte del ingrato grupo de enemigos del sistema, de la sociedad, del orden establecido y, lo más importante, de la “forma de vida de los norteamericanos”, concepto que se ha convertido en un principio ético mundial, según el cual la manera cómo viven ellos es sagrada y nadie puede atentar contra ésta, así nos parezca destructiva o inhumana.

martes, 9 de junio de 2009

El TLC con Estados Unidos cobra sus primeras víctimas

Nada más previsible que lo que pasó el 5 de junio del 2009 en la selva peruana de Bagua. Desde la firma apresurada del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, a espaldas de la ley y del conocimiento del público peruano, ya era fácil intuir la tormenta que se vendría. Lo que se había hecho era dar las normas adecuadas para que poderes mayores, provenientes del extranjero, ingresaran y tomaran posesión de las riquezas naturales ubicadas en esta parte del continente.

Muy pocos entendieron cuál era la magnitud del tratado; la mayoría se centró en sus beneficios o perjuicios, desviándose así el debate hacia un aspecto colateral que era discutir qué ganaría o no el Perú con esto. Hasta los más críticos y lúcidos de sus opositores no entendieron o no quisieron entender que no era un asunto meramente comercial. El TLC ni era libre ni se trataba solo de comercio.

Al hacer un análisis geopolítico del tema se descubre que, al igual que pasó con España, la historia de pueblos como el peruano está inmersa dentro del proceso de expansión y dominio de naciones hegemónicas como lo es ahora EEUU. Cuando esto sucede es muy difícil poder escaparse; querer liberarse de esta ola envolvente —de someterse a los designios de un poder mayor— tiene el costo de convertir, al pueblo que lo hace, en un país rebelde, antidemocrático y, finalmente, terrorista.

Estos Tratados de Libre Comercio se originan por el fracaso de un acuerdo mayor, el ALCA, que buscaba poner a América Latina como una pseudocolonia norteamericana, lo cual llevó a propiciar acuerdos bilaterales que pudieran reemplazar de algún modo la pérdida de influencia política. Es decir, como no se pudo entrar por la puerta, se procede a entrar por la ventana. De este modo, al igual que hicieron los conquistadores españoles, se va negociando por separado con los “caciques” locales a quienes les dan jugosos sobornos para que éstos convenzan a sus pueblos de los valioso que es hacer que venga el gigante a explotar las “muchas riquezas” que los mismos habitantes ni siquiera tienen idea de cuántas y cuáles pueden ser.

Aparentemente se trata de algo tan simple como el control del agua o el petróleo, pero las investigaciones científicas hablan de otros beneficios de índole química y biológica que solo los entendidos en dichas industrias pueden valorar en su justa medida. Un ejemplo de ello es lo ocurrido en África, donde preciados metales como el llamado Coltan (indispensable para el funcionamiento de los celulares) terminan siendo los verdaderos objetivos de la extracción y para ello las transnacionales propician los enfrentamientos tribales con la finalidad de diezmar a los aborígenes y alejarlos así de las tierras que habitan y donde están estos recursos, lo que provoca esas espantosas y conocidas matanzas que suelen salir en los medios de comunicación, del mismo modo cómo lo hicieron en el siglo pasado en las zonas del Chaco entre Paraguay y Bolivia y lo hacen hoy en las selvas del Perú y del Ecuador, sin olvidar a las del Brasil.

No es un secreto que Estados Unidos necesita posesionarse cada vez más de los recursos naturales del planeta pues de eso depende su supervivencia; y desgraciadamente países como el Perú los poseen en cantidad. Una vez más la tragedia del pobre es vivir en un lugar ambicionado por el rico. Todo esto es un largo proceso y aparentemente nada lo va a detener, salvo que las naciones involucradas tomen decisiones firmes y se nieguen con fortaleza a someterse. Pero la pregunta es ¿cuánto tiempo podrían resistir? O más bien ¿cuánto podrían resistir las grandes potencias no apoderarse de esos tan preciados recursos que son desequilibrantes a la hora de los conflictos bélicos entre ellas?

Nada más considerar un detalle como el cambio climático podría llevar a que la gran nación del norte tome posesión de territorios que le resolverían el terrible problema de sobrevivir a dicho fenómeno. En medio de estas circunstancias apremiantes ¿tendrá Norteamérica reparos en invadir a una nación más pequeña y casi “deshabitada” como se cree que es el Perú?

Por eso es que sucesos como los de Bagua forman parte de este fenómeno que ya se está desenvolviendo lentamente y que por ahora es difícil percibir, en especial por los que lo sufren, pero que a la larga terminará siendo visible, aunque tardío el arrepentimiento. Lo único que nos queda es por lo menos consolarnos sabiendo por qué pasó y quiénes fueron los responsables que colocaron sus firmas en dicho tratado que selló la suerte de los pueblos del Perú, así la sangre derramada llevará grabados sus nombres para la posteridad.

viernes, 5 de junio de 2009

Golpéame para que te golpee

Lo mismo que en el juicio a Fujimori, hay cosas que no necesitan pruebas físicas porque ello es imposible (en las ciencias físicas y astronómicas se dan muchos casos de ello). A lo que se acude es a la deducción para formarse una opinión y luego contrastarla con los hechos consumados. Lo mismo pasa en la Historia. Hay muchas cosas de las que no se tienen pruebas, pero pasados los acontecimientos se puede ir tejiendo la trama y llegar al fondo de las cosas.

Mediante la deducción es cómo se colige que EEUU necesitaba entrar en guerra y tenía que ser Japón quien lo hiciera. De hecho que había varios escenarios posibles (como en toda guerra o batalla), pero todo general sabe que eso es el ABC de una estrategia (no hay conflicto, por pequeño que sea, que no tenga varias opciones y varios remedios). De ahí que decir que no se sabía si era o no Pearl Harbor el objetivo está demás porque siempre se manejan todas las posibilidades; prueba de ello fue la prevención de retirar los portaviones norteamericanos de la base. En suma de cuentas: que iba a haber ataque, lo iba; que podían ser varios objetivos, también.

Ahora bien, la Historia también muestra otros aspectos que permiten la elaboración de un juicio por asociación, método también válido en la mayoría de las ciencias. ¿Qué significa? Que, por ejemplo, una nación puede mostrar un patrón determinado de comportamiento que permite deducir cuál es su política de acción. En el caso concreto de Estados Unidos, se conocen los antecedentes de lo ocurrido en la bahía de La Habana —que ocasionó la guerra con España—, en la bahía de Tonkín —que produjo la guerra con Viet Nam— y el caso de El Álamo que conllevó a la anexión de la mitad del territorio mexicano. En todos estos sucesos se ha demostrado que hubo una provocación y no una agresión, por lo que es lógico deducir que lo ocurrido en el Pacífico se corresponde con el típico actuar de dicho país en materia de política internacional. Por eso es que igualmente se deduce, aún sin pruebas contundentes, que el “ataque” del 11 de setiembre coincide también con este patrón de comportamiento, muy propio de Norteamérica, cada vez que necesita entrar en una contienda bélica, lo cual lleva a concluir que es muy probable que éste haya sido autoprovocado.

Por otro lado, creo que el hecho de apelar a autores extranjeros es una falacia porque se induce al lector nacional (altamente prejuiciado a supeditarse a todo lo extranjero, pues es visto como superior) a pensar que si lo dicen afuera entonces es cierto. La formación del juicio y del criterio es un proceso difícil pues implica inicialmente una independencia de pensamiento y la posesión de herramientas mentales válidas y bien manejadas, cosa que, lamentablemente, no abundan en nuestro medio. Si es un japonés o un norteamericano el que dice tal o cual cosa eso no es un sinónimo de verdad. Incluso si alguno de ellos dice haber estado ligado a la fuente o haber participado en el hecho. También los actores principales caen en falacias. En nuestro caso, la falacia de autoridad es la más común, pero no por eso vamos a privarnos de ejercer el juicio honesto y correcto, aun a costa de que nos acusen de ignorancia porque “ya los expertos extranjeros se han pronunciado sobre el tema y tú no tienes ninguna autoridad para opinar sobre ello”.

La libertad, la independencia, no empieza con las armas sino primero en el pensamiento. 

jueves, 4 de junio de 2009

La crisis: qué hacer con ella

A no ser que hagamos una mala lectura, todo indica que estamos ante una crisis del llamado Neoliberalismo en el mundo. Especular sobre sus causas es un largo debate en el que, hasta ahora, nadie se pone de acuerdo. Pero de que algo tiene que cambiar, eso sí es cierto.

Ante ello no queda otra cosa que volver al terreno de las ideas, a lo teórico, dado que la aplicación, lo práctico, lo necesita. Mientras la gran mayoría de la humanidad es un ente pasivo, solo el pequeño grupo de conductores de la industria se encuentra en un frenético movimiento procurando salvar el esquema de la sociedad de libremercado. Unos son lo que hacen y otros los que esperan. Pero ¿qué esperan? ¿Acaso más de lo mismo, corregido y aumentado?

La pregunta es si esta crisis servirá para que las cosas continúen como están, pero mejor para los de arriba, o si es que en algo servirá para que los de abajo encuentren una mejora. Pero es dudoso creer que se impondrá lo segundo. Las preocupaciones de la economía norteamericana están en el orden de mantener la estructura y no sustituirla por otra, o sea, corregirla de tal manera que siga funcionando.

Ante ello muchos se preguntan ¿vale la pena insistir en el error, en la misma posología, cuando el paciente se agrava más con cada dosis? ¿Más de lo mismo no es un envenenamiento? Pero tal parece que la idea de los EEUU no va por ahí sino por políticas de un expansionismo imperialista que lo conduce, inevitablemente, a querer ser, si no el dueño del mundo, al menos la cabeza de él.

Ante esto ¿qué podemos hacer aquí en Perú? ¿Dónde están ahora los pensadores que alguna vez tuvimos? ¿Dónde los ideólogos, los políticos de pensamiento, los analistas críticos? Todo indica que la ola liberal se los llevó a estudiar Economía y otras actividades propias del triunfo privado e individual, muy lejos del interés social, ya que “el sistema había triunfado y él solo, por sí mismo, se encargaría de los demás”.

Como consecuencia de ello tenemos una izquierda que se remonta a los 60 puesto que la de los noventa no existe. Todos esos muchachos contemporáneos trabajan para las grandes empresas, para los organismos internacionales o para ONGs prósperas, pero ninguno se compromete con nada.

¿Qué hacer entonces? En mi opinión, actuar en actitud de crisis, vivir la crisis no solo como “un detalle de economía” como lo plantea el gobierno —y muchos en el exterior— sino verla como una oportunidad de cambio y de enmienda. Regresar a la época de las ideologías y plantearlas; abandonar la cómoda situación del sofá casero y salir a la política. Asumir que la crisis no es solo de cifras y que va a pasar, sino que es una oportunidad para hacer nacer opciones esperanzadoras para la humanidad. Usar el cerebro dormido de tanto hacer dinero y asegurar a los hijos.

Si no hay un sueño detrás, una promesa de vida mejor, un nuevo mundo por construir, no nacerán las grandes ideas y se seguirá debatiendo sobre lo dicho en el pasado, y se continuará sosteniendo que el sistema saldrá fortalecido y que, allí, la izquierda ocupará su lugar de siempre.

Muchas de estas reflexiones las encontraremos también en los libros de Mariátegui al comentar la crisis de la pre y la pos guerra primera europea. Ahí están muchas de las claves que podrían asumirse en forma de consejos para estas generaciones. Sin un compromiso personal, sin riesgo, las épocas de crisis resultarán inocuas y se habrá perdido el momento de enrumbar la historia.

miércoles, 3 de junio de 2009

No se puede dar libertad a quien no la quiere

Los actuales países, naciones y, por ende, nacionalismos, surgen de la desarticulación de los grandes imperios (francés, español, inglés, holandés, turco) y de la evolución propia del Capitalismo. Esto es historia pura. Por lo tanto, naciones como el Perú son producto, no propiamente de los llamados "peruanos" (pues antes de su creación no existían), sino de los designios del poder mundial. Por ejemplo: la batalla de Ayacucho es en verdad una derrota de los españoles y de sus aliados los nativos de la colonia-Perú contra las fuerzas invasoras de Argentina, Chile, Colombia y Venezuela, ansiosas de terminar con el imperio español y financiadas por Inglaterra.

En conclusión: el Perú es una nación forzada, surgida en contra de la voluntad de sus habitantes que querían, y quieren hasta ahora, seguir siendo parte de una metrópoli (el viejo sueño de ser extranjero, con pasaporte y todo). La moraleja es: no le puedes darle libertad a quien no la quiere, porque si no, ese esclavo te seguirá reprochando de por qué se la diste si vivía cómodo como estaba. Y seguirá buscando otro patrón a quién servir.

El Perú fue entonces un país mal nacido, mal parido, pues fue obligado a ser independiente sin desearlo y sin saber para qué. Y mientras no resuelva ese conflicto de origen seguirá tratando de recuperar su estatus de colonia perdido por culpa de unos militares como Bolívar (el "Chávez" del pasado). Ahí está la raíz de su actual dependencia al poder de turno, de su falta de identidad, del odio a todo lo que sea la cultura ancestral andina (de la que dicen: "ya no existe, ya fue") y de la necesidad de firmar nuevas sujeciones a metrópolis como la norteamericana (que viene a reemplazar a España) a través de tratados como el TLC.

Sigue siendo el gran drama del Perú no tener hasta ahora un deseo de país ni existir quienes lo quieran construir. Hoy vemos que los capitanes de este barco, lejos de planificar para el futuro, para su nación, se dedican a sacarle el mayor provecho económico siguiendo, al pie de la letra, el manual neoliberal de cómo ser rico a costa de los recursos naturales. El país es visto así, no como el lugar donde viven y mueren los seres humanos, sino como una mina, como un filón, como una chacra donde hay que cavar y extraer todo el oro posible.

Nuevamente la codicia de los primeros conquistadores se ha apoderado de sus descendientes y éstos no ven otra cosa que riquezas por donde van. Los mares, las montañas, los desiertos, los valles, la vegetación, los animales, los genes… todo les parece explotable y comerciable. Y como muchas veces no pueden hacerlo por sí mismos se asocian con grandes empresas extranjeras que sí tienen la tecnología adecuada y se vuelven ardientes defensores de sus intereses. La ambición es tan grande que los devora y les hace perder la cabeza para no saber dónde están y quiénes son. Solo ven ganancias, ganancias y ganancias. Ya no perciben suelo, nación, país: solo oportunidades de enriquecerse.

Es con esta mentalidad que hoy se maneja al Perú: como un inmenso Potosí al cual hay que sacarle el máximo jugo posible. Y si alguien pregunta porqué estos señores, los modernos curacas peruanos, hacen eso con su casa se van a llevar la sorpresa al descubrir que la mayoría de ellos posee pasaporte extranjero y propiedades en otros países a los cuales ellos sí consideran sus hogares; lugares que estarían dispuestos a defender hasta la muerte si alguien intentase mancillarlos haciendo, por ejemplo, un agujero en su jardín, así éste tuviese debajo oro o uranio. Sus casas, son para ellos, intocables, pero su país que los vio nacer no: en ellos sí se puede contaminar lo que sea porque es solo un lugar de trabajo, de explotación, de trabajo. Son, en última instancia, una fábrica.

Solo cuando exista una clase alta que conciba la creación de una nación propia a la cual desee y ame como a su hogar podrá un país como el Perú tener identidad y soberanía. Y solo refundando el Perú sobre una voluntad de libertad, nacida en los propios peruanos y no forzada por algún imperio, es cómo empezaremos a sentir que vivimos sobre nuestra propia tierra, a la cual debemos cuidar y amar como a la madre que nos dio la vida.

A propósito de un tratado con Chile hecho a espaldas del país

Alan Fairlie, economista de la universidad Católica, es quien ha sustentado muy bien su posición contraria con respecto al tratado de libre comercio entre Perú y Chile. Él ha determinado, con pruebas fehacientes, que se trata de una “traición a la patria” hecha por los grandes grupos empresariales peruanos y no chilenos, porque ha sido a instancia de los primeros que se ha apresurado su firma (para no pasar por el Congreso) y se han hecho las adendas correspondientes, todas desfavorables a los intereses del Estado peruano y favorables a los ellos. Mientras tanto la CONFIEP, el gremio empresarial del Perú, argumenta que "así se va a dar más trabajo a más peruanos". Es como si estuviésemos leyendo el ABC del Capitalismo puro, como si Adam Smith y David Ricardo expusieran en este momento por primera vez sus ideas.

Pero estos señores no se han enterado que todos los regímenes de la humanidad “han dado trabajo a todos los… (pongan allí: griegos, turcos, angoleños, haitianos, etc.)”. Las pirámides de Egipto fueron un gran desarrollo para su civilización porque desarrollaron su economía y “dieron mucho trabajo a todos los egipcios”. Lo mismo la muralla china (dieron “mucho trabajo a los chinos”, sobre todo para enterrarlos) y las empresas inglesas del siglo XIX (que daban “mucho trabajo” a muchos niños que entraban a las minas de carbón pero nunca salían. ¿Sería porque dentro estaban tan felices que prefirieron no abandonarlas más?). Y finalmente no hablemos de las masacres de las minas de Potosí, ni de las plantaciones de algodón de Estados Unidos, ni de los nazis que “dieron mucho trabajo a los judíos” y hasta ahora seguirían dándoselo si no fuera por culpa de los ejércitos rusos y norteamericanos.

Dar trabajo no es sinónimo de sociedad más justa, de equilibrio social, de humanidad, de vida digna, de vida sana, de mejoría, de salud, de dicha, de placer y todo lo que se les ocurra. Los ricos están presentando como un beneficio lo que para muchos llega a ser una explotación y una maldición. Están utilizando la misma lógica del banquero Ebenezer Scrooge (del Cuento de Navidad de Charles Dickens) para quien el solo hecho de dar empleo era motivo suficiente para hacer con la persona un estropajo. Pongo por prueba de todo lo que digo a las empresas agroexportadoras de Ica, Perú, donde “trabajan” miles de mujeres en condiciones similares a las de la esclavitud norteamericana (hay libros sobre ello que relatan cómo, incluso, se les obligó a usar pañales para que no se salieran de la línea de producción).

Se trata, entonces, de la gran lógica perversa del Capitalismo que hoy más que nunca el mundo está rechazando y que en el Perú se presenta como “un regalo divino” (hay que tener en cuenta que aquí todavía funciona la “promesa de la modernidad”; aún se la avizora y sueña como algo por venir, y así es como aparece en los discursos electorales, dando la impresión de que estuviéramos a comienzos del siglo XX). Sin embargo en el mundo real hasta los mismos discursos de Obama denuncian la desigualdad y el abuso cometido por una clase de banqueros y financistas que solo ven el lucro personal como único objetivo. La actitud desbocada de los ricos (con el argumento de que “estoy dando trabajo ¿qué más quieren?”) ha servido de treta, de jugada astuta, de truco legal y semántico, para justificar la ambición y las tropelías que han terminado hoy por producir la llamada crisis.

No importa en verdad qué diga o no el tratado con Chile en sí. Lo cierto es que el hecho que los empresarios peruanos estén, no contentos, sino muy contentos, revela que han realizado un estupendo negocio manteniendo esa lógica nefasta de “me enriquezco mientras doy trabajo”. Esta concepción del Neoliberalismo está siendo hoy cuestionada en todo el planeta, pero aquí, en el Perú, todavía no nos hemos enterado. Como siempre, las ideas llegan tarde y los últimos en saberlo son nuestros distinguidos “empresarios”, muy bien representados por el señor Genaro Delgado Parker, supuestamente ex dueño de un canal de televisión, quien dijo un día claramente a sus empleados que “si han podido vivir ocho meses sin que yo les pague, ¿entonces para qué quieren que les pague?” Lógicamente habrá quienes salgan a defenderlos diciendo: “Así no piensan todos los empresarios”. Pero si fuera cierto ¿por qué la CONFIEP y las otras organizaciones empresariales como ADEX y la SNI no emitieron un comunicado diciendo que no se solidarizaban con lo manifestado públicamente por uno de sus miembros? El que calla otorga. Lo cierto es que, en el Perú, la mayoría de los empresarios piensan así.

Nos preocupa, repetimos, la “alegría” de este grupo de poderosos porque sabemos cómo piensan y en qué siglo de la historia están, lo que nos revela que, intelectualmente en el Perú el atraso es más grave de lo pensado. Y esto a su vez delata algo interesante: por más que los medios de comunicación sean hoy instantáneos y se tenga a la mano el pensamiento contemporáneo universal de nada sirve si uno vive en una sociedad que impone su “pensamiento oficial” y su propia visión del mundo. Actualmente el presidente peruano no hace más que falsear, intencionadamente, la realidad internacional presentando al Perú como “el único que va sortear la crisis mundial con éxito y con ganancias”, cosa que se repite por todos los medios oficiales y por sus allegados privados (que son el 98%). La única intención es tratar de evitar que este fenómeno económico genere su caída.

Y así vivimos en el Perú, como en el mundo de Oz, donde un enano funge de gigante. Solo nos falta que una Dorothy descubra la verdad. Mientras tanto, continuamos oficialmente “inmunizados” de todo mal externo y soñando con "el día en que llegue la modernidad a nuestro país de la mano de los santos empresarios, los benefactores de la sociedad porque le dan trabajo a todos los peruanos”.

martes, 2 de junio de 2009

Campeonismo versus fraternidad

El discurso preparado por Juan Borea, un amigo de toda la vida, me suscita una reflexión. La actividad física es necesaria para todos lo organismos sin excepción pues eso ayuda a mantenerlos sanos y aptos para sobrevivir. En el caso humano, el esfuerzo físico lo tenemos más bien orientado hacia cosas que no necesariamente son las más adecuadas para nuestros cuerpos, entre ellas, la mayoría de los “trabajos”. Muchos de ellos hoy en día son la causa de nuestro stress, nuestras angustias y nuestros fracasos familiares, amén de otros que son prácticamente esclavizantes y denigrantes. En ellos esta “actividad física” no beneficia sino más bien perjudica al cuerpo y deprime el espíritu.

Por otro lado también se da el caso contrario en el exagerado amor al cuerpo, dándole una primacía que no tiene dentro de lo que es la esencia humana. A la desaforada búsqueda del placer y del confort se une la moda actual del “estar sano” por sobre todas las cosas, olvidando que el cuerpo es un medio y no un fin. No por mucho que él esté sano la mente también lo va a estar; prueba de ello la tenemos en los actuales ejércitos del mundo desarrollado, plagado con los hombres y mujeres más físicamente aptos del planeta pero más perturbados espiritualmente hablando. Las atrocidades de los “súpersoldados” norteamericanos en Irak, y sus numerosos suicidas entre los que regresan, nos lo demuestran.

Igualmente la gran industria del deporte es hoy lo mismo que fue en la gran Roma imperial: un gigantesco pan y circo para toda la población del mundo gracias a la moderna tecnología pero cuyos resultados son los mismos: embrutecer y adormecer a las poblaciones sometidas. Se crean ídolos que desarrollan facultades más allá de las normales gracias a entrenamientos martirizantes y a sobredosis de estimulantes elaborados secretamente por la industria farmacéutica. Al igual que los gladiadores, estos individuos agotan sus organismos en su juventud empujados por el afán de fama y dinero, entregándose al mercado como puros objetos de consumo.

Esto lo que produce en los jóvenes de hoy es una visión sesgada y equivocada de la salud, a la cual se la presenta como un producto adquirible en el mercado y como un requisito para ser aceptado por la sociedad, olvidando que casi la mitad de la población humana padece de algún tipo de dificultad básica o defecto en sus organismos. Se crea así un nuevo segregacionismo a la altura del racismo, del sexismo, del dinero y del origen: la discriminación por la salud. Incluso el milenario hábito de fumar tabaco, importado de América, ha sido convertido en el culpable de muchos delitos, al igual que la coca, como si estas pobres plantas tuviesen la culpa del uso exagerado e inadecuado que la gente hace de ellas. Todo esto en nombre de una salud perfecta, inmaculada, superior e inalcanzable que vuelve campeones a quienes la tienen.

Es así cómo algo que es bueno se convierte en un artículo de lujo solo para los más pudientes, quienes se pasean orgullosos luciendo sus hermosos y sanos cuerpos, libres de todos los males, delante de los pobres, cuyos cuerpos empequeñecidos y deformes están condenados a solo consumirse en la misma función mecánica que realizan diariamente para sobrevivir. Esto es entonces una deformación perversa que ha hecho el hombre de un bien, y ese no puede ser el camino de la sensatez.

Es urgente restablecer los valores y el equilibrio para encontrar ese punto medio que debe primar en todas la cosas. Ni el desprecio total al cuerpo que impida la autonomía y sea para los demás una carga por la responsabilidad de mantenerlo (como pasa con los drogadictos, los alcohólicos y todos los que abusan de la comida, los placeres y el trabajo) ni la exaltación paranoica de querer convertir al cuerpo en el centro de todos los cuidados, como si éste no estuviera inexorablemente condenado a degenerarse y morir. Ambas posturas deben combatirse, y la mejor manera de hacerlo es desde la niñez, enseñando a los que recién empiezan a saber comparar y aquilatar las dos posiciones y evaluar cuál es el camino que permite al ser humano vivir en mayor armonía con sus congéneres. Sobre con esa óptica, pensando que la salud solo es útil cuando produce un verdadero beneficio al prójimo, es cómo recién tendrá sentido aquella vieja máxima de “mente sana en cuerpo sano”, donde la sabiduría puso primero a la mente antes del cuerpo.

Permítanme ahora hacerles partícipe de este discurso del cual me siento particularmente orgulloso.

Inauguración de los Juegos Nacionales Deportivos Escolares

Por Juan Borea Odría, representando al Dr. Idel Vexler, Viceministro de Educación del Perú

Estimados y estimadas estudiantes y docentes; amigos y amigas que nos acompañan; autoridades y funcionarios que presiden esta ceremonia:

Estoy presente en una doble función: como integrante del Consejo Nacional de Educación y circunstancialmente representando al Viceministro de Educación, doctor Idel Vexler, quien por problemas de salud él no está presente. El Viceministro me encargó transmitirles su saludo y compartir un mensaje al iniciarse los Juegos Nacionales.

¿Cuál es el verdadero sentido de organizar estas competencias? ¿Es acaso buscar deportistas que puedan llegar más adelante a altos rendimientos, lo que a veces llamamos talentos deportivos?

Aunque muchos piensen que es esta la razón, definitivamente debemos decir que no. Claro que es bueno que en el futuro algunos de ustedes se integren a las diversas Federaciones para desarrollarse en los deportes de su preferencia.

Pero estos juegos buscan algo más importante: que millones de escolares peruanos se motiven para practicar deportes en el interior de sus instituciones educativas, y al hacerlo se desarrollen como mejores personas.

Que muchos estudiantes tengan la oportunidad de ir más allá de sus colegios para competir con compañeros de otras instituciones en un ambiente de fraternidad.

Si logramos esto, habremos tenido éxito. Pero si no lo logramos, si convertimos estos Juegos en una mera ocasión para esa deformación que se llama campeonismo, en que se busca ganar a costa de la honestidad, o de la falta de fraternidad, habremos fracasado.

Los responsables de que estos Juegos sean un éxito educativo son fundamentalmente dos grupos: los estudiantes por un lado, y los técnicos y profesores por otro.

Ustedes, estimados estudiantes, deben competir con energía y entusiasmo; pero también con lealtad. Respeten y aprecien a los compañeros contra los que compiten. Porque sin ellos no sería posible la competencia, nadie juega solo; esos compañeros son ocasionalmente sus contrincantes, pero nunca deben ser considerados enemigos.

Una invocación especial a los adultos responsables de conducir a los muchachos: enséñenles las técnicas, desarrollen su estado físico, pero sobre todo enséñenles a ser auténticos ciudadanos: a practicar el deporte con un espíritu limpio, respetando los valores. Nunca pongan por delante el triunfo, si con ello están atropellando lo fundamental de su tarea que es la de educar a través del deporte.

En nombre del Vice Ministro de Educación, declaro inaugurados los Juegos Nacionales Deportivos Escolares 2009.

Gracias